Mientras que los envíos internacionales de la basura electrónica están prohibidas por un acuerdo internacional, los autores denuncian que empresarios «sin escrúpulos» envían muchos de estos residuos a África y Asia en los contenedores de carga, junto con equipos nuevos, cuya importación y exportación sí está permitido.
Las pruebas realizadas en una escuela cercana a un depósito de residuos electrónicos en el suburbio de Agbogbloshie a las afueras de Accra, capital de Ghana, revelaron una contaminación por plomo, cadmio y otros contaminantes perjudiciales para la salud de más de 50 por encima de los niveles libres de riesgo.
En esa zona, donde también hay un mercado, una iglesia y un campo de fútbol, los niños recogen cobre, circuitos, plástico y otra basura de alta tecnología para poder llevar dinero a casa.
Irónicamente, los expertos señalan que los metales y otros elementos críticos de los equipos destruidos – en gran parte procedente de Europa y América del Norte- podrían escasear dentro de unos años, lo que aumentaría el coste de televisores de pantalla plana, teléfonos móviles y baterías de vehículos eléctricos.
No obstante, esto no es algo que sólo suceda en Ghana, sino en otros países en desarrollo como China, India, Pakistán, Vietnam, Bangladesh y muchos otros, se están creando vertederos de basura tecnológica, se lamentó Kuehr.
Se calcula que, por ejemplo, 100.000 teléfonos móviles pueden contener unos 2,4 kilos de oro, equivalentes a 130.000 dólares, más de 900 kilos de cobre, valorados en 100.000 dólares y 25 kilos de plata igual a 27.300 dólares.