José Domingo Blanco, @mingo_1: Artífices de la improvisación
Cuando dos llaneros se juntan y arrancan un contrapunteo, la improvisación es clave. Porque el contrapunteo es una especie de duelo musical en el que los copleros –al ritmo de arpa, cuatro y maracas– dirimen sus diferencias o ventilan su disputa. Hay que tener ingenio, creatividad y mucha chispa. De otra manera, los versos no riman y desencantan a la audiencia. Improvisar, definitivamente, es cosa de contrapunteos. Aunque también hay casos menos artísticos, esos en los que náufragos o excursionistas salvan sus vidas ideándose balsas o refugios. Como verán, la agudeza entra en juego si se trata de sobrevivir. No digo lo contrario. Pero, en política –cuando lo que está en discusión es el destino de un país– improvisar puede traer serias consecuencias.
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Si lo que se tiene claro es el objetivo y no así los pasos que debemos dar para llegar hasta él, se produce algo que es sumamente peligroso: comienza la improvisación. Una improvisación que, por supuesto, generará desencuentros, desencantos, hastío y fracturas. Incluso, provocará discusiones que consideraría sanas si por consenso, lo que resulta de ellas, son ideas aplicables y estrategias concretas. Y cuando al inicio de este párrafo me refería a tener claro e identificado el objetivo de nuestra lucha –aquello que nos aglutinó y movilizó– es suponiendo que los líderes, en quienes confiamos la conducción de la protesta, comparten nuestro objetivo común. Comulgan con el sentimiento colectivo y con la urgencia que tenemos los venezolanos de rescatar al país de las manos de quienes lo destruyen.
No quiero pensar que la lucha de los últimos meses, las manifestaciones, la represión brutal contra la sociedad civil, los heridos, los encarcelados y los muertos serán el tema de la campaña de quienes aspiran a cargos de elección popular el día que Tibisay –por imposición de Nicolás y la ANC– señale en el calendario. No quiero pensar que la autopista –donde tantas veces se escenificaron las más cruentas historias de agresiones contra ciudadanos que ejercían su derecho de protestar– va a amanecer dentro de poco tapizada de afiches con las caras de unos líderes que hasta hace nada nos pedían marchar hasta el TSJ o el CNE.
Es repugnante leer tweets como el que publicó el periodista-ministro-gobiernero, quien, con toda la sorna que obviamente le provoca el hecho, escribe: “Bienvenidos al juego democrático compatriotas candidat@s MUD a gobernadores. Lástima que causaron tantas muertes para terminar en esta orilla”. Habría que ponerse en el lugar de esos padres a quienes la GNB –o los colectivos del régimen– les asesinó a sus muchachos para entender por qué muchos de ellos han manifestado abiertamente: “Mi hijo no perdió la vida para hacerte gobernador”.
Quizá, algunos de ustedes refutarán mi postura diciéndome lo que no he parado de escuchar desde que la MUD anunció su participación en las elecciones regionales: “Todo suma, Mingo; esto, inscribir nuestros candidatos, también”. “No veas el tronco, ve el bosque”. “No podemos cederle nuestros espacios a la dictadura”. “Ya ganamos en las votaciones de 2015, ¿por qué no estas?”. “Nada perdemos con la inscripción de candidatos”. ¡Cítenme algún ejemplo de elecciones, en países con dictadura, en las que el tirano no salga favorecido! Llevamos 19 años en manos de unos ineptos que se legitiman con sufragios. Nunca, ni sumando los 40 años anteriores al chavismo-madurismo, habíamos tenido tantos comicios como en este período negro que ha vivido el país. ¿Quién nos garantiza en este momento que esta decisión del cogollo partidista de la MUD no es para demostrarnos que son ellos quienes deciden nuestro destino y no los propios ciudadanos que, por los titubeos de los líderes de las oposiciones, en algún momento se erigieron como los auténticos conductores de las protestas? “Preinscribiremos candidatos y después veremos” a mí me suena al summum de la improvisación. Y comienzan a engolosinarse con las gobernaciones los que hasta hace nada nos decían que estábamos en el 350. Sin resolver aún que los nuevos magistrados del TSJ, los que fueron designados por la AN –legítimamente electa por nosotros en 2015–, están solicitando asilo en las embajadas porque el régimen los persigue. O haciendo caso omiso a que el CNE sigue en manos de Lucena, Oblitas, D′Amelio y Hernández; las tres primeras sancionadas por el gobierno de Estados Unidos y la última, según Luisa Ortega, implicada en casos de corrupción.
Por eso, no me gusta leer que Enrique Márquez, de Un Nuevo Tiempo –partido que integra la Unidad, por cierto– lamenta las sanciones que impuso Estados Unidos a funcionarios venezolanos. Funcionarios que –permítanme recordarles– son todos afectos y estrechamente vinculados con el régimen de Maduro. No me gusta escuchar que el problema es, a partir de este momento, si se hacen o no primarias para saber quiénes serán los flamantes candidatos. Si no tenemos consistencia estratégica, y seguimos cometiendo los mismos errores, iremos a unas elecciones, ganaremos en los estados que el régimen decida y luego, su TSJ, el que preside Maikel Moreno con su camarilla de magistrados electos a dedo y sin calificaciones, se valdrá de cualquier excusa para inhabilitar, declarar en desacato, apartar o hasta encarcelar al deslumbrado candidato opositor que solo vio su parcelita de poder y no al país completo.
@mingo_1