Nuestra Constitución da para todo, pero para todo lo que le da la gana hacer al régimen. Desde que entró en vigencia, jamás los ha perjudicado. Siempre, interpretándola a su conveniencia, nuestra carta magna, en sus manos, es la garante de sus atropellos, delitos, violaciones y crímenes con el aval de unos jueces de dudosa reputación –y aún más dudosas credenciales– que terminan favoreciendo con sus fallos las atrocidades que puedan ocurrírsele al neodictador en su afán por volvernos una provincia de Cuba y él, por fin, remedar a sus anchas a Fidel.
Supongo que Nicolás y sus cómplices nos creen de memoria muy corta; incluso, pensarán que los venezolanos padecemos de amnesia. Pero, en esta era de archivos digitales, Internet y Whatsapp nada pasa desapercibido. Como esos videos que están circulando y en los que vemos al difunto presidente, alzando su librito azul, defendiendo el poder que tenía el pueblo para convocar una asamblea nacional constituyente. Cuando decía que nuestra Constitución era la mejor del mundo y estaba blindada de cualquier capricho personal, “de cualquier capricho de un grupo, una secta o un grupo político”. Cuando decía que, en Venezuela, para cambiarle una letra, un punto, una coma a la Constitución, nadie podría hacerlo; porque “el único que puede hacerlo es el pueblo venezolano en referéndum nacional”.
Sin embargo, mucha agua ha corrido desde aquellos días. Hoy, la interpretación que el régimen y sus secuaces hacen de la carta magna ha sido tan acomodaticia, como ceros a la derecha se van agregando a sus cuentas bancarias. Por eso, no es extraño encontrar posturas tan disímiles en un mismo funcionario. Hace poco encontré un artículo de 2002, publicado en Aporrea, en el que el ahora ministro de Educación, Elías Jaua, exponía cuál era el espíritu del artículo 350. Permítanme transcribirle parte de sus reflexiones.
“Frente a la peculiar interpretación que sectores interesados pretenden hacer del artículo constitucional 350 y en mi condición de constituyente proponente, quiero reivindicar el espíritu democrático del referido artículo. Para ello, debo comenzar por exponer fragmentos de la comunicación que dirigí, el 28-10-1999, al presidente de la Comisión Constitucional de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Hernann Escarrá, la cual fue distribuida a los 131 constituyentes, donde planteo la necesidad de modificar el capítulo denominado De la Asamblea Constituyente, capítulo III del título IX, del proyecto constitucional discutido en plenaria:
“(…) Dicha solicitud, la hago tomando en consideración que el poder constituyente originario es y será siempre anterior y superior a cualquier Constitución, incluso a la que estamos aprobando, y por tanto no debe esta codificarlo, sino simplemente reconocerlo e indicar algunas referencias para la convocatoria a una asamblea constituyente. En tal sentido, propongo reducir este capítulo a un solo enunciado, que quedaría redactado de la siguiente manera:
“Artículo. El pueblo de Venezuela es el depositario del poder constituyente originario. En ejercicio de dicho poder puede convocar una asamblea constituyente con el objeto de transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una Constitución democrática. Dicha convocatoria se considerará tema de especial trascendencia nacional.
“El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición de lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríen nuestros valores y principios republicanos y menoscaben los derechos humanos y las garantías democráticas. * Se suprimen todos los demás artículos del capítulo.Con esta redacción queda claro que esta Constitución democrática reconoce que su origen y su ser responden a la voluntad originaria del pueblo. Asumiendo con humildad, su carácter posterior e inferior y por tanto la imposibilidad de codificar al poder constituyente”.
Como verán, se trata de un Jaua quizá aún timorato y sin las espuelas afiladas que le han dejado 18 años siendo parte del poder.
Como también contrasta la postura que defiende Hermann Escarrá actualmente, una posición antípoda si la comparamos con las declaraciones que ofreciera hace unos años, cuando se disfrazaba de opositor acérrimo del régimen; un régimen del que ahora es cómplice (¿o siempre lo fue?). De un Escarrá que arengaba a los opositores tildando al presidente de usurpador, e invitaba al pueblo “y a su facultad de poder constituyente originario” a desconocer al régimen.
Decía Escarrá por aquel entonces que “es el momento de ejercer el sagrado derecho de desconocer, cívica y constitucionalmente, como la consagra la carta magna a cualquier régimen o autoridad que viole o menoscabe los derechos humanos y las garantías democráticas como lo expresa el artículo 350 de la Constitución. Reivindicamos el cauce de la constitucionalidad para lograr la paz. Enfrentaremos el atropello, cualquiera que sea, a la soberanía del pueblo y al orden democrático. Convocamos a ejercer los actos de desconocimiento cívicos en defensa de nuestras libertades y derechos. Le decimos al presidente usurpador y su camarilla que la patria no es de utilería. Esta patria es de banderas y principios que son irreductibles. Convocamos al bravo pueblo, heredero directo de aquellos bravos también, que nos legaron no solo independencia en la comunidad de las naciones, sino moral republicana, libertad y coraje”.
Sí, pareciera que nuestra Constitución da para todo… pero para todo lo que hampones que tienen secuestrado al país quieren hacer con Venezuela. Y ejecutar a sangre fría, y de un plumazo, la sentencia de muerte con la que condenaron nuestra democracia.
José Domingo Blanco, @mingo_1: 350