2022, otro año de cambios e incertitud por Isías A. Márquez Díaz.
“Hacer pron’osticos es difícil; en especial, sobre el futuro”, según Yogi Berra (1925-2015), beisbolista estadounidense de las grandes ligas, frase que continúa vigente, aún; sobre todo, en momentos de incertitud como el que ahora vivimos por aspectos que se vienen materializando desde 3/2020, cuando se oficializó la pandemia de la COVID-19.
Prosecución del crecimiento tardío por la ineficacia y marasmo de los proveedores, reiniciado durante 2021, que podría posibilitarse puesto que en la mayoría de las naciones los gobiernos respectivos han optado por medidas de estímulo (CE, EEUU, ASEAN Y Brasil, en especial), ambiciosas y precavas. Pero, Aún así, seguimos en otro plano bastante incierto.
Podríamos establecer algunas cifras estimativas, en lo esencial, desde unas dos premisas: la primera, que la evolución de la pandemia podría ser un poco menos disruptiva que entre 2022-2023. Pero, que las secuelas económicas variarán, sobremanera, por países. La segunda, que, a mayor estímulo, mayor recuperación. Aunque tal aseveración pareciera algo trivial, no lo es, porque la composición y el calendario de estímulo varían por país.
De entre los grandes números, según OCDE, el PIB global tiene perspectivas de un fuerte crecimiento, estimado en un 4,5 porciento.
Por otra parte, el Banco Mundial estima que la economía latinoamericana volverá a niveles precrisis hacia fines de este año. Así, Argentina, Ecuador y varios países del Caribe, tendrían que esperar como pronto hasta 2024 a fin de que sus economías recuperen el pulso prepandemia.
Pero, a casi un par de años tras el inicio de la crisis por la COVID-19, la incertidumbre radical (acertijo) continúa siendo la nota dominante agudizada, ahora, por la cepa ómicron y su nosología.