Corría el período transitorio entre el otoño 1981-1983, el precio del petróleo en el mercado libre había caído desde los 41 a los USD 28-29/barril, y los precios oficiales, decretados por la OPEP varían de unos USD 40,5 durante 1/1981 para el petróleo africano hasta unos USD 30,5 en ese mismo lapso, fijado por Nigeria, aunque ese precio oficial de venta carecía de significado económico alguno.
En efecto, la baja de precio referencial del crudo fijado por la OPEP, originó una crisis de liquidez en los países miembros, viéndose obligados a expatriar parte considerable de los fondos depositados e invertidos en occidente. Asimismo, el Banco de Japón reportaba que algunos psíses OPEP habían retirado sus petrodólares por dificultades financieras y, según informe del Chemical Banking Corp, se estimaba en unos 340 mil millones de USD el total de la cuantía negociada por los países árabes en occidente hacia fines de 1982.
Aparte de la nacionalización de nuestra industria petrolera, habíamos salido del patrón oro y estábamos al umbral de quiebre por un déficit fiscal entre gasto público e ingresos del Estado (renta petrolera), pues desde 1981 las exportaciones petroleras habían caído en casi un 30 porciento, más la crisis por la deuda latinoamericana, hechos que promovieron una fuga de capitales calculada en casi unos ocho millardos de USD. Y, de hecho, una baja de las reservas internacionales; factores que sugerían, directamente, una devaluación en pleno festejo del Año Bicentenario del Natalicio del Libertador.
Tal baja cristalizó el viernes 18/2/1983, cuando el bolívar sufrió una caída abrupta ante el USD, cercana a casi un 30 porciento, pues hasta ese día la divisa estadounidense se cotizó, libremente, en Venezuela por unos Bs 4,30, establecido así desde 1961 por el gobierno de Rómulo Betancourt (1959-1964), fenómeno que se originó, entre otros, por honra de la deuda externa, equivalente a unos 35 millardos de USD, por “indigestión económica”, lo que erosionó todo poder adquisitivo y bulló la corrupción por un control de cambio denominado RECADI, anulándose la fortaleza y estabilidad cambiaria de nuestra moneda. Tal viernes lúgubre se consolidó durante un viernes rojo en 1/2010 cuando surgió otra devaluación traumática, análoga a casi un 90 porciento con niveles rígidos al tipo de cambio, vigentes hasta 2018. Pero, el 17/2/2016 el muy flamante presidente actual había devaluado con una banda inferior de fluctuación de la tasa del dólar, pasando de unos 6,3 a 10,00 bolívares/USD.
Tras aquel momento aciago, Venezuela involiciona hacia una crisis de valores morales, impuesta por el surgimiento de una seudorrevolución ruinosa y saturada de avideces.
Desde 2007 hasta hoy, se han eliminado unos 14 ceros al bolívar, en unas tres reconversiones fallidas, denominándolo, fríamente: fuerte, soberano y el más reciente, digital a objeto de parar la inflación, que, acumulada se fijó en un 2.959,8 porciento para 12/2021; interanual, 686,4; INPC cercano a un 3.000 porciento, según BCV, (una de las más altas del mundo), aunque nuestras billeteras replican que es más aún.
Hoy por hoy, el BCV quema divisas para mantener un bolívar sobrevaluado, falazmente, ante una dolarización informal “de facto”.
Isaimar@gmail.com
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