¿RECURRENCIA O Predeterminación?
Isaías A. Márquez Díaz
Curioso, de nuevo, la manifestación multitudinaria que convocase la MUD a objeto de dirigirse al TSJ por ilegalidad de la convocatoria a una Constituyente, además de democracia y libertad, y el retraso de elecciones regionales, fuese reprimida, bestialmente, por efectivos GNB/PNB, al estilo de un neoestalinismo tropicalizado, aun cuando se cumplía, pacíficamente, de acuerdo con la planificación hecha a tal fin, inermes, con sus escudos que solo reclaman y/o aluden “libertad y democracia” conforme a las disposiciones de la CRBV, a cuyos manifestantes bloquean en el sitio de concentración o les acechan por la Francisco Fajardo a la altura del distribuidor Altamira o bien a la altura de El Rosal; acciones y/o ataques sistemáticos que se inician mediante la defensiva de un vehículo para mantener el control del orden público e interno, denominado “rinoceronte” –dragón-, cuyas estridencias simulan detonación de perdigones, bombas lacrimógenas y hasta lanza chorros de agua muy recios; acciones que las disuelven, parcialmente, incluso hasta les hacen arrojarse al Guaire inmundo, sujetos a contraer enfermedades infecciosas muy graves.
Circunstancias que surgen desde 1810 hasta 1821, con el triunfo en Carabobo, pero se reavivan durante todo el siglo XIX. Y, aún prevalecen, a todo costo, en la lucha del poder por el poder.
No obstante, pese a tales eventualidades, así como de unas 39 víctimas –todas inmortalizadas por su arrojo– desde el 1 de abril hasta hoy, los marchistas no cejan en alistarse al aviso de convocatoria. ¿Cuántos líderes demócratas no mueren en pleno exilio político, o en prisión, durante la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez?: el teniente (EJV) León Droz Blanco; el poeta Andrés Eloy Blanco y el doctor Alberto Carnevalli, quien falleciera en la cárcel de San Juan de los Morros, aparte del doctor Leonardo Ruiz Pineda, quien fuese víctima de una celada en San Agustín del Sur, Caracas (1/10/1952).
Hoy por hoy, muchos venezolanos jóvenes antes que victimizarse o aventurarse al acoso e infundios deciden emigrar en busca de otras opciones, con esperanzas de volver tan pronto surja una república que ofrezca garantías obvias de seguridad y bienestar, sobre bases de trabajo y productividad reales y objetivas.
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