Se trata de una situación que comienza hacia fines de 2015, cuando en las panaderías se limita la venta de canillas a unas dos/persona, en virtud de la escasez de trigo, el cual debe importar y distribuir el gobierno nacional; materia prima que procesa molinos Monaca, Hidalgo, Mocasa y Cargill.
Pero, el personal técnico encargado de monitorear la logística del comercio exterior, descuida el seguimiento formal de los momentos y/o ciclos de importación y hasta de cosecha del país proveedor, lo cual ocasiona retrasos de los pedidos y, en efecto, de los envíos; además de que los proveedores exigen pago por adelantado en divisa extranjera (US$) para despacharlo, todo lo cual conlleva tiempo de espera, pues no se trata de una compra tan sencilla, sino que requiere conocimiento de profesionales: agro técnicos, aduaneros y logísticos. Y, una vez desembarcado en muelles procederse a su retiro y procesamiento a la brevedad, a objeto de evitar la escasez continua que ahora se observa debido al suministro restringido a unos 30 a 40 sacos/entrega/panadería, que representa muy poco para satisfacer la demanda, pues tal entrega cubre, apenas, de 2-3 días para elaboración de pan, con la agravante de que no se puede mantener harina de reserva, a objeto de hacer uso racional (rendir el recurso), aparte de azúcar, grasas y levadura.
La solución está en manos del estado: mejor atención a los inventarios del rubro, sin demagogias ni amenazas. Mediante procedimientos civiles, compatibles con las necesidades y cultura de la ciudadanía, acostumbrada a disponer, regularmente, de este alimento, sin demoras ni racionamientos por razones ajenas a su voluntad, sino por una planificación muy informal y empírica, por parte del gobierno, quien pareciera regodearse ante el clamor del pueblo.
La crisis del pan en Venezuela
Isaías A. Márquez Díaz