Insólito que en un país donde se conmemora o celebra cualquier momento rimbombante con detonación de fuegos artificiales, quema de combustible Jet Fuel de las turbinas de los SUKHOI-30 MK2, a razón de unos US$33-45mil/hora; traslado de empleados públicos a fin de que hagan volumen en tales eventos más el despliegue de una campaña institucional subliminal del gobierno a objeto de promover sofismas, ante un colapso administrativo irreversible a todo nivel, lidere, de nuevo, el “índice de miseria” mundial o índice de pobreza humana; indicador de pobreza, el cual es un parámetro estadístico que la Organización de Naciones Unidas (ONU) ha desarrollado con la misión de medir el nivel de vida que prevalece en los países; es decir, de cada caso en particular, permite conocer a partir de una cifra cuantos ciudadanos viven en condicion de pobreza, que según análisis conjunto UCAB, UCV y USB, es de un 48,4 % de los hogares venezolanos a causa, entre otros, de la inflación galopante y desbordada, que golpea con intensidad mayor a los sectores más vulnerables del país, cuyo “índice de Bloomberg” nos ubica, vergonzosamente, en el tercer lugar, inconfundible, del pauperrismo.
Queda el recuerdo nostálgico de la década de 1960, cuando Venezuela es tan rica como los países nórdicos. Pero, el manejo mediocre de la renta petrolera lleva a los venezolanos a enfrentar una crisis socioeconómica bestial, que, hoy por hoy, no vislumbra solución a plazo alguno. Nada menos, para 2015, según el World Bank, ocupamos el puesto 45 de ingreso medio per cápita mundial más un Producto Interno Bruto (PIB)con tendencia negativa, desde 2014. Aun así, el gobierno venezolano anuncia, irresponsablemente, ante el marco de la XIV Cumbre de la Alianza Bolivariana para los pueblos de nuestra América (ALBA) el dislate de apoyo legal y financiero a migrantes en EEUU, cuando debiera estar conciente de que tal oferta no va a ser posible cumplirla a cabalidad, en vista de nuestras condiciones socioeconómicas.
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