Isaías A. Márquez Díaz
Aun cuando en Venezuela disponemos de tecnologías, inexplicablemente, o, por desidia, la agricultura nacional carece de fuentes estadísticas fiables que muestren la evolución de su productividad y rendimiento en la industria agropecuaria. Solo se dispone de cifras parciales que publican algunos gremios del sector (federaciones), como por ejemplo: FESOCA, AGZAM, FENAPROSEM, ASOPORTUGUESA, FEGAVEN, FEDEAGRO y otros.
En virtud de que desconocemos el rigor metodológico que exigen las estadísticas económicas del mundo actual, es de sospecharse que pudieran estar sesgadas.
Quizá las cifras mejor publicadas en este sector sean las de ALADI, que se fundamentan en estadísticas oficiales que ha suministrado el gobierno venezolano, y debieran ser compatibles con los datos que suministra el resto de los países latinoamericanos, que fungen de contraparte comercial de Venezuela, lo cual nos permite saber cómo se integra el país en los circuitos contemporáneos de comercialización de diferentes productos o modos de hacerlos llegar de la granja al consumidor.
No obstante, existen antecedentes muy buenos acerca de las importaciones y las exportaciones de los productos agropecuarios; al menos, durante la década 1950.
Se hace prioritario la investigación de la empresa o actividad agropecuaria, científica y técnicamente, sin persecuciones inquisidoras ni chantajes, a objeto de implementar políticas definidas y precisas en el mundo agrícola venezolano, fundamentalmente, para la planificación de productividad/rendimiento/ha/año, a objeto de enfilarnos hacia el autoabastecimiento, posible pese a la crisis que ahora se pretende endilgar el por qué del abandono, cuando lo que nos está acabando es la desidia y el afán por el momento de sobrevivencia.
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