Infortunadamente, Maduro y su entorno se han convertido para la comunidad internacional en un lastre y/o estorbo, salvo para sus afectos agradecidos (ALBA, Petrocaribe, China y Rusia), pues sus desatinos han sido de alcance ultra que hasta por Europa han dejado sentirse, sin considerar a Latinoamérica donde la diáspora venezolana se halla por doquier.
Tal es el fastidio y la aversión hacia su persona, en virtud de sus acciones insolentes y desconsideradas que hasta le han establecido ultimátums para la realización de elecciones, porque, de lo contrario, Juan Guaidó sería reconocido como presidente interino (encargado) de la República ya que a Maduro se le considera USURPADOR.
Vista su caracterología, aclaremos al señor Maduro que aunque “ultimátum” en lenguaje diplomático se refiera a las ‘condiciones definitivas cuyo rechazo implica la guerra’, en el caso que nos ocupa con su persona, el término se está empleando en sentido figurado; jamás por belicismo.
Mo obstante, consideramos que en atención a los antecedentes de la directiva del Consejo Nacional Electoral (CNE) actual, nada fiable, por su maleabilidad tan notoria e inconfundible, lo ideal y/o saludable sería que Juan Guaidó asuma como presidente (E) de la República, reorganice el CNE y convoque, oportunamente, a elecciones presidenciales porque, aparte de otras consideraciones, es de estimarse que Maduro presente algún tipo de patología mental como para continuar al frente de sus responsabilidades usurpadas.
En consecuencia, desde cualquier instancia debería ejercerse una presión máxima que conlleve deslastrarnos de esa rémora que, con todos sus vicios y desatinos ha forjado hambre y miseria a escala nacional, de alcance externo, según criterios inequívocos de la comunidad internacional.
Australia ya ha reconocido a Juan Guaidó como presidente onterino de Venezuela.