Isaías A. Márquez Díaz: TRAS LA COVID-19 (¿?)
Trátase de una incógnita que nos planteamos ya que nadie imagina cómo podría ser la realidad poscoronavirus, más allá de la pandemia por la COVID-19 y de los estados de alarma y/o emergencia y de las preguntas pertinentes ¿Habrá crisis económica? ¿Cambiarán hábitos socioculturales? ¿Qué pasará después del coronavirus?… es la pregunta que ha comenzado a circular en mdio de la incertitud que está generando el avance de este flagelo vírico, así como del estado de alarma y la tensión que ello implica por que el mundo podría encaminarse a una recesión aún peor que la de 2008, lo cual podría acabar matando más gente que el propio agente patógeno, pues tal estrés merma el sistema autoinmune.
Pese a los intentos, denodados y admirables, de políticos, expertos y medios por elatisbo de un solo fotón al final del lóbrego túnel pandémico, es muy difícil y/o casi imposible interpretar la situación de cualquier manera; bien optimista, o bien pesimista. Pues los datos no se avienen ya que surge, a diario, alguna nueva contingencia (nueva sepa) o recaída tras ligerísimos logros por detener el mal.
Y, el mundo junto con el desasosiego de la duda porque mal podríamos estimar cuándo ni cómo culminará tal nosogenia. Los economistas, por su parte, con su talento tan notable por lo teóricos para cuantificar todo, con sus cifras de infortunio nos hunden, más aún, en depresión, en el sentido más expresivo de la palabra.
De inmediato, la pandemia ha incrementado el uso de la tecnología y de las relaciones digitales, como por ejemplo, con el teletrabajo y encuentros/reuniones por videollamada; hasta un obispo de Perú autorizó el sacramento de confesión vía telefónica. También, igualmente, todos los eventos culturales y/o deportivos están sufriendo un revés fuerte e inesperado al que deberán adaptarse para rebullir ante un futuro incierto y complejo, sobremanera.
Prudente quedemos expectantes ante una posible arma bacteriológica de China o EEUU para controlar al mundo en virtud del rechazo hacia ambas potencias a escala internacional ya que la avidez y soberbia de sus líderes es incontrolable a cualquier costo y efectos indeseables. Pues el fin justifica los medios, según la filosofía maquiavélica, que muchos adoptan sin reserva alguna.