Todo aquello que representa un deterioro gradual, un desgaste o un retroceso sufre, obviamente, una involución. Se trata de un término qie podríamos aplicar a realidades muy diversas, ya sean sociales, políticas, empresariales o biológicas.
En contrapartida, la revolución conlleva un cambio radical, profundo y permanente, respecto del orden establecido, preexistentemente; un enfrentamiento sin retorno entre dos intereses paradójicos en un sutio en particular y, usualmente, lo llevan a cabo un grupo de personas que cuentan con apoyo del pueblo , el cual ya cansado y harto por la dominación imperante les brinda su apoyo moral y acompañamiento, que podría conseguirse a través del uso de la fuerza y las armas, tal y como ocurriese la madrugada del 4/2/1992, cuando insurge el “comandante eterno y supremo de la revolución bolivariana”.
No obstante, pese a este concepto que sus líderes manosean y trajinan desde la clandestinidad hasta dar al traste con el orden vigente y asumir el poder, tal es el caso de la Venezuela actual, donde la revolución bonita arroja, a diario, todas las cualidades propiasde una involución sociopolítica, que ostenta una hilera de vicios junto con una vitrina de males antiguos por los cuales una buena fracción de incautos reaccionó y respiró al escuchar aquel “POR AHORA” lleno de tantas expectativas frustradas, ya que tal revolución solo se limitaba a la actuación de un grupúsculo trasnochado por las ideas fantasiosas y retardatorias del castrocomunismo.
Hoy por hoy, estamos desengañados y al comparar lo que antaño tuvimos, observamos que todo aquello con sus virtudes y defectos, quizá pudo, por lo perfectible, ser algo más llevadero, sin necesidad de arriesgarnos en la búsqueda de procesos complejos que, hoy día, nos arrojan sumas cuantiosas e incalculables en tiempo y dinero.