La crisis que ahora nos agobia a todos, sin excepción, es un impuesto informal que ha originado un estado crimninal por la práctica viciosa del narcolavado a objeto de cubrir déficits, pues tal hecho genera distorsiones en la economía y, fundamentalmente, causa imperfecciones en los mercados financieros, así como en los de bienes y servicios. Además de una externalidad en la producción y en el consumo (centrífuga).
Asimismo, genera costos adicionales trasladados al mercado mediante los precios, lo cual afecta, severamente, la competitividad, alterando los precios referenciales y hasta promoviendo el cierre de cualesquiera empresas o industrias.
Ha surgido, así, una cadena de eventos, entre los cuales destacan:
-un mercado paralelo que origina una devaluación de la tasa de cambio oficial más una pérdida de competitividad internacional y de la producción nacional, que recae sobre el PIB y propicia la contracción.
En efecto, el consumidor final carga con los efectos de la hiperinflación; tal es nuestra realidad, que, a diario, trastorna nuestra calidad de vida.
Según estimaciones un producto cuyo costo sea de Bs 800000/kg, de no ser por tal anomalía, debería pagarse a Bs 200, muy llanamente, equivalente a distorción de precios, alteración equilibrio de mercado, cambio en los patrones de consumo y barreras de entrada infranqueables para nuevas empresas. Desaparición de Pymis.
Obviamente, el problema es político, estrictamente, y no por caída en los precios del crudo, tal y como se pretende hacernos ver.
Delitos que origina: exportaciones ficticias de bienes y servicios, arbitraje cambiario internacional por transporte de dinero ilícito, transferencias fraccionadas de dinero ilícito mediante giros internacionales, peso broker o BMPE, empleo de fondos ilícitos a fin de amortizar endeudamiento o capitalizar y hasta declaración de un premio ficticio obtenido en el exterior.