DOLARIZACIÓN POLÍTICA y TÓXICA
Isaías A. Márquez Díaz
Obviamente, en nuestro país existe un proceso de dolarización (USD) “de facto” e informal de la ecomomía, que, ha ralentizado, eventualmente, el proceso inflacionario, aunque agiliza algunos acuerdos comerciales limitados por el uso de nuestra moneda de curso legal, tal y como se hacía tras aquel viernes fatídico de feb/1983. Situación anómala reafirmada, hoy día, por el envío de remesas. No ofrece solución alguna para la rectificación, a corto y/o mediano plazo de los desequilibrios fiscales por caída del rentismo, y constituye, junto con la corrrupción, otra de las causas principales de la megacrisis que nos agobia.
Impide que se continúe financiando el gasto público excesivo y subvención del déficit fiscal, mediante el adeudo con miras a estabilizar, torcidamente, los precios. Sinembargo, las naciones dolarizadas son más sensibles a las crisis económicas globales, tal y como ocurre, ahora, por un vaivén de los precios del petróleo, así como por la guerra comercial EEUU/China ya que no podrían responder con ajustes de política monetaria o de la tasa cambiaria, tal y como intenta hacerlo, riesgosamente, el BCV quemando sus reservas por mantener un tipo de cambio bajo y/o mesurado, para lo cual ha inyectado unos USD 130 millones.
Una dolarización de derecho (formal) equivaldría a estabilidad en los precios porque restringe la posibilidad de que el régimen decida, a su señorío, financiar el déficit fiscal mediante emisión de dinero inorgánico, una de las causas principales de nuestra inflación, que nos posiciona como el país latinoamericano de mayor índice inflacionario y de pobreza extrema, según ENCOVI.
Aunque el peso específico de nuestra improductividad está en la desinversión de las empresas y/o servicios básicos, que ha truncado el crecimiento económico.