Este es el editorial de Tal Cual de este jueves:
Este gobierno odia la inteligencia y el saber porque no es ni inteligente ni sabe. Todos deberíamos ponernos a su nivel, usar sus charreteras. Y mira que ha hecho lo suyo para lograrlo: debe estar en el tope de algún baremo de la anticultura planetaria (y de la crueldad patronal) el despido de más de veinte mil empleados para solucionar un paro petrolero, entre los cuales los cuadros más entrenados e insustituibles de ésta. Convirtiendo una empresa modelo a nivel internacional en una cojitranca industria tercermundista. Ha acabado con las instituciones culturales que, con sus límites, venían modernizándose con promisorio ritmo. Igualmente ha desbaratado la institucionalidad científica y tecnológica, entre las más desarrolladas de América Latina.
Ha hecho emigrar del país a centenares de miles de jóvenes y bien dotados cerebros y muchos no volverán. Por doquier sustituye a especialistas por rojitos serviles e ineptos. Probablemente será una de las heridas más hondas y dolorosas que le deje al futuro nacional. En el mundo de la información y el conocimiento sólo sobrevivirán decentemente aquellos países capaces de formar élites amplias y competitivas. Nosotros caminos a toda velocidad en sentido contrario.Un caso ejemplar es el manejo de las universidades. El chacumbelato ha creado unas instituciones, que osa llamar universidades, sin personal docente mínimamente calificado, con el facilismo como consigna, sin ninguna planificación racional. Como es sabido éstas nacieron, junto a otras misiones, con fines de ganar un referéndum revocatorio y elecciones sucesivas; además, para vender numeritos de escolaridad. Por otra parte, imposibilitado de penetrar en las universidades autónomas, entre otras cosas porque no tenían ningún saber que ofrecer, ha decidido acabar con ellas, única esperanza de hacernos más doctos y capaces de habitar el novedoso mundo del conocimiento y la información.
Como no han podido hacerlo con los votos, ni profesorales ni estudiantiles, donde son sistemáticamente apaleados, han apelado a la violencia, desde aquella toma siniestra del Rectorado de la UCV hasta continuos atropellos de bandas armadas y, sobre todo, al ahogo financiero. Que las máximas casas de estudio hayan recibido la mitad del presupuesto que habían solicitado para 2011 y que, lógicamente, han rechazado es ejemplo contundente. Que un instructor, a tiempo completo, gane dos salarios mínimos y en general todo el profesorado reciba el sueldo de hace dos años, ignorando un 50% de inflación, indica cómo quieren ahuyentar el talento de las aulas. Y con semejante penuria deterioran todo aquello que hace de la universidad una universidad y no un liceo grandote: investigación, equipamiento, extensión, internacionalización, publicaciones… Por no hablar de la solución final, la amenaza de acabar con la autonomía, que es sinónimo de libertad, sin la cual no vive el pensamiento. Todo ello conducido hoy por un ministro que no sirve ni para caporal de hacienda.
Pero la universidad sabe pelear por lo que ama y respeta. Una historia muy larga lo avala. Hoy sale a la calle por sus derechos y prepara diversas formas de lucha inmediata. La juventud y la sabiduría son enemigos peligrosos.
La universidad sale a la calle
Tal Cual