La Real con una alineación un tanto revolucionaria en nombres y en posiciones no quiso amilanarse desde el inicio y trató de buscar la portería de Iker Casillas aunque no podía descuidarse un instante, porque cada balón que llegaba a Cristiano Ronaldo era sinónimo de peligro.
El conjunto que entrena José Mourinho parecía ejercer de local porque enseguida los guipuzcoanos se echaron descaradamente atrás, con una defensa de cinco hombres para cerrar todos los espacios posibles, aguantar el tipo y buscar algún chispazo del mexicano Carlos Vela, muy solitario en ataque.
El planteamiento, un tanto timorato, se le vino abajo a los donostiarras antes del minuto 10 cuando Higuaín, en estado de gracia en los últimos partidos, se escapaba de todos los intentos de marcaje y con su calidad habitual batía de disparo suave al chileno Claudio Bravo.
A la Real parecía no disgustarle en exceso un resultado que le mantenía vivo para la segunda mitad porque la tromba madridista había amainado al levantar el Real Madrid el pie del acelerador y sólo con flashes intermitentes de Ronaldo e Higuaín pudo incrementar las rentas en un primer período excesivamente cómodo para los visitantes.
Se animó Anoeta y también el conjunto donostiarra en la segunda mitad, porque el Real Madrid parecía dar por hecho que el triunfo era suyo y que sólo era cuestión de tiempo aumentar la ventaja, lo que le pudo resultar caro si Carlos Vela o Griezmann meten sendos trallazos repelidos por Casillas.
Los de Mourinho, con un ritmo ya cansino, se estaban complicado la vida porque la Real creía en sus posibilidades según avanzaba el encuentro y, sobre todo, porque su rival le perdonaba la vida, como ocurrió a 15 del final en una clarísima ocasión de Ronaldo a centro de Di María.
Finalmente, y como la Real tampoco está para muchas aventuras, el marcador no se movería y el Real Madrid vivió un final de partido relativamente tranquilo.
EFE