El español José Alonso, que ha desarrollado para Cruz Roja Española proyectos de consultoría para la construcción de 4.500 viviendas en una pequeña ciudad ubicada a 15 kilómetros al sur Puerto Príncipe, resume de esa manera la situación de Haití.
En una entrevista con Efe, señala que Naciones Unidas ha llegado a contabilizar más de 4.000 organizaciones trabajando en Haití, de las que tan sólo el diez por ciento “son profesionales”, una situación que representa cierta descoordinación y “dificultades para la puesta en marcha de la ayuda”.
A todo ello se suman los “factores de inestabilidad“, no sólo políticos, sino también climáticos por el elevado número de ciclones que, después del terremoto, ha azotado Haití y que ha contribuido a la aparición de varios focos de enfermedades como el cólera.
José Alonso explica que, a día de hoy, el país caribeño es “una especie de anarquía organizada por la propia sociedad”, donde las autoridades tienen “una capacidad escasa”, por lo que la vida en la isla continúa “por el movimiento general de la gente” en un panorama “caótico” y en una “situación de miseria”.
“También hay que comprender que ese pueblo lleva muchos años sufriendo todo tipo de problemas sociales y catástrofes naturales y están acostumbrados a vivir en situaciones muy negativas. Es uno de los países más pobres, con un nivel de vida muy bajo, porque la gente cuenta con entre uno y cinco dólares al día”, subraya.
La población haitiana en buena parte del país, donde las propias Naciones Unidas contabilizaron un millón y medio de desplazados, “tiene que sobrevivir con cualquier cosa”, mientras que medio millón de personas viven en campos de refugiados que “están por todas partes”.
A ello se suma, según Alonso, que ha colaborado con Cruz Roja en la reconstrucción de una de las zonas más afectadas por el terremoto, que la situación política es “muy complicada”, con “muchos problemas” para establecer un gobierno y donde se dan “intereses económicos de empresas extranjeras”.
En este sentido, asegura que existen compañías a las que “les interesa que la situación se mantenga en el caos” porque “la ganancia es mucho mayor”, con “niveles de producción muy grandes” para las empresas que invierten en el país, que evitan el pago de impuestos al tratarse de una labor de emergencia.
Sobre el terreno, “el trabajo sigue, pero va muy despacio”, agrega Alonso para recordar que desde que se produjo el sismo en enero de 2012, la población sigue viviendo “situaciones más allá de la pobreza”.