Estos dos títulos en blanco y negro, y no sonoros, filmados por los hermanos Trujillo Durán, quienes eran conocidos empresarios y productores en aquella época, marcaron el inicio de los 114 años que cumple hoy el séptimo arte venezolano, actualmente reconocido a escala internacional.
En un breve repaso por los inicios del cine en nuestro país, se recuerda que también en 1897 otros pioneros como Ricardo Rouffet y Carlos Ruiz Chapellín realizaron algunos cortometrajes en Caracas. Sin embargo, fue en 1916 cuando Enrique Zimmerman efectuó la primera película larga de ficción de la cual se tiene registro: La Dama de las Cayenas o pasión y muerte de Margarita Gutiérrez. Ocho años después, en 1924, se filmó La Trepadora, adaptación de la novela homónima de Rómulo Gallegos.
Para finales de los años ‘20, la actividad cinematográfica repuntó cuando el presidente Juan Vicente Gómez instaló los Laboratorios Nacionales del Ministerio de Obras Públicas en Maracay. Igualmente, en Barquisimeto, Amábilis Cordero fundó los Estudios Cinematográficos Lara. Con la salida de diversos noticieros y revistas, el cine nacional comenzó a verse regularmente en las pantallas del país.
¡Llegó el cine sonoro!
Si bien en 1934 se hicieron algunos intentos de sonido con la película La Venus de Nácar, no fue sino hasta 1938, con el estreno del cortometraje Taboga, que se puede hablar verdaderamente de cine sonoro en Venezuela. También se rodó el primer largometraje sonoro en el país: El Rompimiento, de A.M. Gómez.
Para finales de 1930, Rómulo Gallegos creó los Estudios Ávila en Caracas, y a principios de los años ‘40, Guillermo Villegas Blanco constituyó formalmente la empresa Bolívar Films, que comenzó a realizar alianzas estratégicas con el mexicano Rodolfo Espino y el argentino Lino Veluvirretti, para producir largometrajes dentro de un esquema industrial. Tal vez su película más conocida La Balandra Isabel llegó esta tarde, de Carlos Hugo Christensen, llegó a ganar el premio a mejor fotografía en la cuarta edición del Festival Internacional de Cine de Cannes en el año 1951.
En el año 1959, la película documental Araya de Margot Benacerraf logró el Premio de la Crítica en el Festival de Cannes (compartido con Hiroshima, Mon Amour de Alain Resnais), el mayor reconocimiento obtenido por una película venezolana hasta el momento. La misma Benacerraf sería nombrada directora de la Cinemateca Nacional de Venezuela en 1966.
Desde 1960 hasta la actualidad, el cine venezolano ha evolucionado radicalmente, desde la temática hasta el género, y hoy más que nunca, tras obtener reconocimientos internacionales, parece que el país vive su época de oro en el séptimo arte.