También explicó que en aquella época los trabajadores eran dueños de los medios de producción, pero en realidad era la burocracia quien adoptaba las decisiones fundamentales.
“La economía en manos del Estado, era cuestión de tiempo para que el modelo colapsara como efectivamente ocurrió en 1991 y lo que parecía un coloso se derrumbó en un par de días”.
Lea a continuación la columna:
Dice un amigo de origen germano que el socialismo no funcionó ni siquiera en Alemania. Y tiene toda la razón. La expansión mediante la ocupación por la fuerza de los países de Europa oriental por parte de la extinta Unión Soviética supuso que buena parte del mundo se rigiera por lo que denominó el socialismo real, con lo cual se hacía referencia al modelo puesto en práctica por Vladimir Ilich, Lenin, a partir de 1917 y posteriormente afianzado desde 1945, mediante dictaduras muy sanguinarias. El socialismo real era una especie de etiqueta adosada a las naciones que constituían especie de satélites de la Rusia Soviética. Comenzado por Lenin y consolidado por Stalin, el socialismo real tenía varios elementos claramente visibles. En primer lugar, una economía centralmente planificada por una burocracia que decidía qué se producía, cuánto se producía y donde se producía. Los medios de producción eran propiedad del Estado y los trabajadores tenían una relación casi servil con su patrono. Había la ficción de que los trabajadores eran los dueños de los medios de producción pero en realidad era la burocracia la que adoptaba las decisiones fundamentales. Obviamente, la economía en manos del Estado, era cuestión de tiempo para que el modelo colapsara como efectivamente ocurrió en 1991, y lo que parecía un coloso se derrumbó en un par de días.
En segundo lugar, un control político parte del partido dominante, el partido comunista. No existía en el socialismo real el concepto liberal de la separación de poderes que hace posible un equilibrio y control institucional del Ejecutivo por parte de los poderes Legislativos y Judicial. Todo lo decía el buró político del partido y jueces, magistrados y legisladores eran simples fichas de la burocracia comunista. De ser controlado el poder por el partido, aquel pasó a ser dominado por su buró político y éste por el secretariado, especie de super cúpula y a su vez el secretariado por el secretario general del partido. Así, se fue entonces creando el culto a la personalidad al secretario general, cuyas imágenes eran reverenciadas como un dios en la tierra. En tercer lugar, en el socialismo real existía una especie de religión oficial, el marxismo-lenisnimo. Llevado a niveles de adoración, la meca de esa religión estaba en Moscú de donde se definían y dirigían las políticas que la feligresía seguía uniformemente desde La Habana hasta Saigón. Erigido en credo oficial, el marxismo-lenismismo era de obligatorio aprendizaje en escuelas, liceos, universidades, centros de trabajo donde había que seguir los cursos obligatorios de religión marxista. Todo el espectro cultural estaba bajo la égida de esa ideología y la cultura se valoraba no como expresión de la creación de los ciudadanos sino como parte de un combate permanente para adoctrinar a la gente.
El camino que ha tomado lo que en Venezuela se vocifera como socialismo se parece a la experiencia anteriormente descrita. Se ha empecinado el presidente Chávez en seguir estatizando la economía nacional mediante expropiaciones y confiscaciones de medios de producción y de esta manera empresas que en manos privadas eran productivas se han trocado en rémoras para el Estado que tiene que enjugar sus déficits sostenidos y con ello ha sacrificado recursos que bien pudiesen ser aplicados al gasto social. Se ha convertido la economía venezolana en una especie de capitalismo monopolista de Estado en la medida en que los sectores fundamentales están pasando gradual pero sostenidamente a manos del sector público. No hay que ser un avanzado en el campo de las finanzas ni ser clarividente para anticipar que ese enfoque está haciendo aguas por todas partes y lo que lo ha salvado de un naufragio más temprano es la cotización de los precios petroleros por encima de los US$ 100 por barril, que ha pospuesto el desenlace pero que no lo evita. Ello ha exacerbado la dependencia de la economía nacional que para cualquier efecto práctico lo único que produce es petróleo e importa el resto de los bienes que consume.
Conjuntamente con ello, la hegemonía del partido de gobierno se siente en todas las áreas de la economía y la sociedad. Cuesta diferenciar cuando actúa el partido y cuando lo hace el gobierno y se ve a funcionarios que se desdoblan permanentemente de dirigentes partidistas y empleados públicos y ello ha tocado peligrosa e inconvenientemente a ciertos factores de la institución militar que parecieran no haber valorado la experiencia venezolana e internacional que aconseja mantener a las fuerzas armadas alejadas de las disputas partidistas y de la política cotidiana. Dicho por la misma presidenta del TSJ, en Venezuela no debe haber poderes independientes, sino un solo poder controlado por el Presidente de la República. Ello es el paso más seguro hacía la conformación de un tiranía. No cesa el esfuerzo del gobierno de llevar la prédica del socialismo a todos los rincones e instituciones y empleados públicos son obligados en unos casos a inscribirse en un partido o asistir a eventos partidistas aunque ello no sea de sus simpatías. Estamos pues en Venezuela ante una forma algo desfigurada pero no por ello menos peligrosa de la tragedia que la humanidad padeció con el socialismo real.
Socialismo real y socialismo venezolano