Capriles quiere que la MUD rebaje la intensidad a las conversaciones con el Gobierno, sin abandonarlas, para ilusionar de nuevo a sus bases, publica El País de España.
Por JAVIER LAFUENTE
Hace un mes que las reglas electorales en Venezuela dejaron de existir. El Estado de derecho, ya de por sí cuestionado, quedó en receso después de que el 20 de octubre el Consejo Nacional Electoral (CNE) paralizó la recolección de firmas del revocatorio contra el presidente, Nicolás Maduro. La ausencia de una respuesta constitucional creó una sensación de incertidumbre dentro de la oposición. Se abría una etapa nueva para la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que había hecho del revocatorio su enseña. Mientras, se inició un diálogo con el Gobierno, auspiciado por El Vaticano, que generó más desilusión y rabia que esperanza. Los dirigentes de la MUD tratan ahora de luchar contra la desmovilización y desmoralización de su gente.
“Había que ir a la reunión porque pedimos que El Vaticano mediase, después de conseguirlo no podíamos ausentarnos”, argumentaba a este diario Henrique Capriles, excandidato presidencial y principal líder de la oposición. “Si no nos hubiésemos sentado, además, entraríamos en el jueguito macabro del Gobierno de que nosotros no queremos dialogar”, añade.
El líder de Primero Justicia, el partido mayoritario en la MUD, admite no obstante que no supieron trasladar un mensaje positivo del encuentro. El lenguaje empleado en el comunicado oficial, en el que entre otras cosas se hablaba de sabotaje económico y personas detenidas, en vez de presos políticos, fue un error y trajo consecuencias impredecibles. “Es cierto que hay un desencanto que no hace percibir nada bueno. La gente no tiene una expectativa”, asume Capriles, quien, por ello, trata de restarle trascendencia a las conversaciones con el chavismo. “El error es colocar el centro de nuestra acción en esa mesa, sería seguirle el juego al Gobierno. La mesa es un espacio de lucha más y así lo tenemos que asumir. No podemos, y eso es un tema que debemos solucionar, hacer ver que elegimos uno u otro tablero”.
Capriles cree que confiar una salida a la crisis social, económica y política a las conversaciones auspiciadas por el Vaticano y en la que median tres expresidentes iberoamericanos, entre ellos el español José Luis Rodríguez Zapatero, es caer en una suerte de trampa. “Los resultados del diálogo no dependen de la oposición, sino del Gobierno. Nosotros ya hicimos lo que teníamos que hacer. Además de sentarnos, se nos pidió que pospusiéramos la marcha a Miraflores [palacio presidencial] y el debate en la Asamblea Nacional sobre Maduro. Ahora le toca al Gobierno, si no cumple quedará aún más deslegitimado”. La pasada semana, liberaron al diputado Rosmit Mantilla, encarcelado desde hace más de dos años, el sexto que sale de la cárcel desde que se iniciaron las conversaciones. La oposición calcula que hay un centenar de presos políticos que el Gobierno debe liberar.
La posición ante el diálogo ha evidenciado de nuevo las grietas de la MUD, una amalgama de formaciones opositoras entre las que destacan cuatro, el conocido como G-4. La más proclive al diálogo es Un Nuevo Tiempo, cuya fuerza se encuentra en la zona occidental del país, la más poblada. El partido está liderado por Manuel Rosales, uno de los primeros beneficiados de las conversaciones con el Gobierno al salir de prisión y obtener casa por cárcel. Acción Democrática, del presidente de la Asamblea Nacional, Henry Ramos Allup, el único de los partidos tradicionales venezolanos que aún cuenta con peso en el tablero político opositor, también se ha mostrado proclive al diálogo pero sin tanta certidumbre como Un Nuevo Tiempo. Primero Justicia, el mayoritario dentro de la oposición, ha sido el más reacio a sentarse en la mesa, algo que solo se consiguió después de conseguir la mediación de El Vaticano. Voluntad Popular, el partido del preso político Leopoldo López, que representa al ala conservadora de la MUD, no ha participado en ninguna de las dos reuniones con el Gobierno al considerar que no se dan las condiciones necesarias. De hechos, muchos de sus seguidores han sido los más críticos con la MUD, aunque no los únicos. Otras voces, como la de la exdiputada María Corina Machado, sin tanto peso político en Venezuela pero con proyección internacional, sobre todo en Estados Unidos, han agitado las divergencias.
“Más allá de las diferencias creo que hay una consciente de que destruir la Unidad sería un terremoto, traería resultados mucho peores. Lo que urge es ordenar las ideas, evitar la dispersión, que unos digan una cosa y el resto, otra. Hay que afianzar la Unidad como institución, como un grupo de partidos o de agendas”, opina Capriles, quien insiste durante la conversación en que el diálogo es un asunto de debate entre la élite política y sus dirigentes, pero está alejado de la calle. “Hay un mal sabor, pero el deseo de cambio no se ha perdido. Lo que tenemos que hacer es cambiar ese mal sabor, esa sensación de desmovilización, de paralización y eso depende de nosotros”.
“Es imperativo que las divisiones sean resueltas, la responsabilidad es muy grande. La única política nacional alternativa al Gobierno, lo demás es echadora de cuento, habladera, como decimos los venezolanos”, asegura Ramón María Aveledo. Para el ex secretario general de la MUD, una de las personas que mejor conoce la dirigencia opositora, uno de los problemas es que los políticos venezolanos siempre han sido más proclives a buscar quién puede solucionar una crisis al qué o el cómo. “Eso se solucionaba votando, pero ahora estamos en otro escenario. Y ese escenario va a demandar de los ciudadanos más entendimiento y de los dirigentes una mejor explicación”.
“No ha habido en estos 18 años un momento más difícil que este, porque la esperanza de un final feliz de acuerdo con las reglas se borró de momento. Siempre hemos estado jugando un partido de fútbol en una cancha inclinada, con el árbitro puesto por el otro equipo y con la portería infinitamente más grande que la suya. Pese a todo, lográbamos hacer goles. Ahora, tú puedes hacerlos, pero no sirven de nada”, trata de explicar Aveledo, expresidente de la Liga de Béisbol, quien finalmente recurre al deporte rey en Venezuela: “En el béisbol no hay límite de tiempo, no hay partidos empatados, se deciden por la proeza o por el fracaso de los equipos. Tenemos que ser capaces de lo primero para ganar”.