Este hombre ha tenido la maravillosa idea de repara algo que a nadie se le habría ocurrido, ¡reparar los bombillos! Benito Castellanos se mete en las entrañas del invento del viejo Thomas Alba Edison y lo regresa a la brillante vida.
Cuando se es reportero de un medio de comunicación, de antemano se debe estar preparado y dispuesto para cubrir cualquier pauta asignada. “Ve y busca al que repara bombillos en Las Pulgas”, ordenó el jefe y el asombro se hace presente. ¿Quién podría creer que exista alguien que realice dicho oficio, por Dios? “Haz un reportaje sobre eso y que arregle estos dos”, mencionó mientras sacaba dos cajitas del comentado artefacto, de los ahorradores. La cosa era en serio; no estaba bromeando. De verdad hay alguien que repara bombillos. Increíble.
Una orden es una orden. Con mucha curiosidad, recorrimos Las Pulgas, en el centro de la ciudad de Maracaibo. “¿Quién es el que repara bombillos? ¿Dónde se encuentra? ¿Existe?”, preguntábamos sin parar. Una señora muy amable se ofreció a llevarnos hasta el lugar, pues trabaja al frente del buscado. El susodicho se encontraba en el Bloque 11. Cuando llegamos al sitio, parecía que un mago estuviese haciendo acto de presencia, que mostrase su mejor truco: una rueda de 7 personas miraban al incansable trabajador realizar tan meritoria hazaña. Usaba gafas. Muy concentrado en lo que hacía.
-¿Usted es el que repara bombillos?
-Sí, señor, ese mismo soy
– ¿Y cuánto cobra por ello?
– Antes 50 bolìvares; ahora, 100.
– O sea, ¿empezó hace poco a vivir de esto?
– Sì, sì. Ya tengo 2 años.
Pues sí, señores, efectivamente, hay un nuevo negocio en Las Pulgas. Seguramente más de uno de ustedes ni sabía que existía. Según cuenta el dueño, el joven quehacer debe tener –más o menos- la misma edad del popular “bachaqueo”. No es casualidad.
El Reparador de Bombillos, un señor de 51 años de edad, mientras usaba el voltímetro, su arma secreta a la hora del oficio, comentaba que él empezó desde hace 10 años a trabajar en cuestiones de electrónica. Inició estudios sobre la materia en el Paseo Ciencias y, por cuestiones de la vida, no acabó los mismos como habría querido.
-¿Y cómo terminó reparando bombillos?
-Yo arreglaba televisores, reparaba radios, nintendos… Hasta que un día un señor me empezó a traer bombillos y, de repente, la gente dejó de buscarme para otro tipo de artefactos.
-¿Gasta demasiado para arreglarlos?
-Muy poco. Esto es sencillo. Reviso las placas, los circuitos…
-¿repara muchos al dìa?
-¡Uff! No llevo la cuenta, pero hay unos cuantos. Míralos todos…
En ese momento, todos los presentes –al mismo tiempo- observamos la mesa de trabajo del señor y sus alrededores. El depósito de CORPOELEC debe ser parecido: habían bolsas llenas de ellos, algunos sueltos, pequeños, de tres tubos… “Aquì le traigo yo siete más”, exclamó un buhonero a la carrera para no dejar solo su sitio de trabajo.
La demanda de reparaciones ha crecido aún màs en el último tiempo. Y es que los de menos recursos también lo agradecen: les evita tener que volver a usar velas, como hace 100 años.
Ernesto Maldonado, uno de los clientes presente, manifestó que ante la crisis, la escasez y los altos costos es màs que favorable reparar los bombillos:
“¿Quièn va a comprar bombillos hoy en dìa? Uno nuevo sale casi en 3.000 bolìvares. Prefiero arreglarlos por 100. Resulta màs”, opinò Maldonado con resignación.
Eduardo Escalona, otro cliente que esperaba a que lo atendiera El Reparador de Bombillos, entre risas comentó que èl tambièn “buscaba al señor como loco”.
“Yo lo estaba buscando. No conseguía bombillos y un amigo me habló sobre él, que los reparaba. No podía creerlo”, afirmó Escalona.
Sin embargo, desde la clandestinidad, es muy demandado, barato y atractivo para los más “listos”, aquellos que sacan provecho de todo con tal de ganar mucho dinero.
-Cuénteme, señor, ¿hay personas que estén sacando provecho en exceso de su trabajo?
-¿Cómo así?
-Es decir, gente que al ver lo rentable que resulta reparar un bombillo en lugar de comprarlo nuevo, busque robar los viejitos o estafar a otras personas.
-Lamentablemente sí. Hay quienes viven de esto. Incluso me traen sacos llenos.
-Me lo imaginaba.
-El otro día me contaron que, a los dueños de almacenes, los empleados les hacen creer que los bombillos están quemados… Los reparan por 100 bolívares y los venden después por 600.
-Le ganan 500 bolívares a cada bombillo
-Sí. Capaz y hasta más.
Tremendo. Todo el mundo, en silencio, parece estar sacando tajada de los bombillos. Unos honradamente; otros, no tanto. La gente sigue “buscándole la vuelta a todo”. Los elevados precios de los mencionados bombillos no fueron la excepción.
Si bien es cierto que los que menos tienen están siendo bendecidos ante el hecho de poder reparar sus bombillos dañados, otros están sufriendo la situación. Hay gente en zozobra, ciudadanos que viven preocupados, con temor de que no se lleven sus bombillos, de que los dejen a oscuras.
Dicen que “las desgracias hacen más fuertes a los pueblos”, pues el venezolano -ante la crisis del país- por lo visto está haciendo quedar muy bien al primero que dijo esa frase.
-Ajà, señor, acá le dejo los bombillos del jefe. ¿Cuàndo paso por ellos?
-Ahora en la tarde están listos
-¿Què tal mañana, temprano?
-También.
-¿Y pregunto por quién?
-Pregunta por Benito, Benito Castellanos, El Reparador de Bombillos.