Conocer a la perfección el algoritmo de Google o el sistema de edición de Wikipedia. ¿Son estas habilidades esenciales del ejecutivo de Relaciones Públicas? Eso parece si se lee el reporte publicado por la Oficina de Periodismo de Investigación de Reino Unido sobre la compañía de relaciones públicas Bell Pottinger.
Entre las revelaciones grabadas por un reportero encubierto en el artículo, constaba una que hacía referencia al hecho de que la firma podía “resolver” un problema Google.
Un cliente estaba avergonzado porque el nombre de un exempleado que fue encarcelado en la prisión de Guantanamo aparecía constantemente en Google.
“Nos llevó tres meses”, dijo un ejecutivo de Bell Pottinger al reportero, “pero después de tres meses buscábamos en las primeras diez páginas de Google y no lo podías encontrar”.
Industria multimillonaria
No hay nada particularmente oscuro en la práctica de tratar de cambiar el modo en que una compañía aparece en Google. De hecho, forma parte de una industria multimillonaria llamada Optimización de Motor de búsqueda (SEO en sus siglas en inglés).
Bell Pottinger ha liderado esta industria. En 2007 se publicó una historia en PR Week, un portal de noticias para relaciones públicas, donde se anunciaba que la firma lanzaba una división SEO.
Su director en aquel entonces era Kevin Murray quien dijo que “anteriormente SEO ha sido empleada para asegurar que una marca se haga notar en un buscador. Lo que estamos haciendo es crear la mayor herramienta de gestión de reputación del mundo, Google, y convertirla en una herramienta de gestión de crisis”.
La industria de optimización de motores de búsqueda está sumida en una batalla constante con Google. Cada vez que el buscador modifica un algoritmo para tratar de hacerlo más objetivo, las firmas SEO refinan sus técnicas para asegurarse de que sus clientes figuran en la página uno de la búsqueda o, en algunos casos, que desaparezcan de la vista.
Mala praxis
Sin embargo, según expertos en SEO, se puede estar dando pie a prácticas cuestionables. Entre ellas una conocido como astroturfing. Consiste en “plantar” historias positivas y comentarios en internet que parecen proceder de clientes o individuos pero forman parte de la campaña concertada por una firma de Relaciones Públicas.
En el reportaje de investigación se citó a un miembro de Bell Pottinger diciendo que puede modificar la entrada de Wikipedia de uno de sus clientes. Esto por supuesto no es difícil, ya que cualquiera puede editar una entrada en Wikipedia, pero inmediatamente el vasto ejército de editores de Wikipedia corregirían algo erróneo o manipulado de cara al público.
Sea lo que sea que prometen estas firmas de relaciones públicas a sus clientes, mantener y mejorar el modo en que la compañía es representada en internet es un negocio complicado sin garantías de éxito. Por lo que no sorprende las tarifas astronómicas que cobran firmas como Bell Pottinger.
fuente.bbcmundo