Cuesta demasiado reconocer lo que tenemos enfrente, aceptar la realidad, saber que solo hay una salida, irse hacia Maiquetía o lanzarse a la calle. Dicho de otra manera, arriesgarse a vivir en el extranjero, o a que nos peguen un balazo. Nos seducen las ilusiones, creer que hay un futuro, que milagrosamente el país se compondrá. Bájense de esa nube. Algunos venezolanos rehúsan aceptar la realidad, reconocer hacia dónde se dirige el país, quieren conservar las ilusiones, confiar en un mañana, no aceptan que el país vaya aceleradamente hacia ninguna parte, que vivir en Venezuela sea una pérdida de tiempo. Los más jóvenes que ven la realidad tal y cual es, se marchan al extranjero, a Miami, a Bogotá, a Madrid. Los que permanecen en Venezuela tropiezan con una realidad implacable, cuando abren el periódico y leen la noticia del nombramiento de El Aissami como vicepresidente están obligados a reconocer que Nicolás Maduro no rectificará, porque quiere marchar hacia el socialismo más atrasado, en buscan de la utopía, que desprecia la realidad y supone que las penalidades del presente, la escasez de alimentos, de oportunidades de trabajo, no le cambiarán la idea, el plan trazado, el sueño que lo domina.
Hasta Miami alguna vez se convertirá en una esperanza fallida, en una ilusión lejana, porque será imposible emigrar sin dólares. En ese momento quizá el país se aproxime a una explosión social, porque ya la mayoría de los jóvenes venezolanos no creen en el socialismo. La realidad aplastante de la miseria y las penalidades acaban con cualquier discurso oficial. Solo todavía el chavismo cuenta con una ventaja, la falta de una oposición decidida a luchar. Los venezolanos se unieron para votar y renovar la Asamblea, lo lograron. Ahora se están convenciendo de que el gobierno se burla de la Asamblea. Les queda esperar para comprobar que el gobierno no celebrará una elección presidencial.
¿Qué ocurrirá cuando abren los ojos y se convenzan de que no hay salida electoral porque el chavismo no entregará el poder?
Vivimos sobre un volcán que no contendrá Nicolás Maduro y que probablemente hubiera sido también terminal para el propio Chávez. No hay futuro, ni siquiera con un aumento del precio del petróleo, porque el barril tiene que llegar a más de 100 dólares para mantener a este gobierno. Con Maduro llegaremos al final, a la ruina.
Y como todos no huirán, serán muchos los que contarán con dólares suficientes para iniciar una nueva vida en Europa, o en Miami, algo va a pasar en Venezuela.
Maduro cree en el socialismo para nuestra desgracia, y a marcha forzada se dirige a convertir Venezuela en una nueva Cuba, pero y esa es la gran diferencia, una Cuba con petróleo.
Pero la realidad implacable está abriéndole los ojos al país, solo que todavía queda, como ya dijimos, para los jóvenes una salida, irse al extranjero. En vez de lanzarse la calle, a la rebelión, corren hacia los aeropuertos, le escriben a un amigo, quieren conservar una oportunidad de emigrar a Miami, la nueva patria de los venezolanos.
Esto se lo llevó quien lo trajo. El sistema es insostenible, solo lo sostiene que nadie le da el empujón final. Sobrevive de milagro, días tras día. La transición en Venezuela ya comenzó.
Pero transición hacia dónde, ¿el caos? ¿La democracia? Pronto sabremos.