Llega la hora de preocuparse, o tomar la vía hacia el aeropuerto de Maiquetía. Es decir, salir corriendo. Esto marcha a paso forzado hacia el desastre y el mismo Maduro no entiende el abismo que se abre frente a sus pies o, mejor dicho, frente a nuestros pies…
Resultan demasiado infelices las declaraciones de Maduro y de Diosdado proclamando que no dejarán nunca el poder, repitiendo que millones de venezolanos los respaldan.
Esas bravuconadas expresan desesperación, incapacidad para no entender lo que pasa en el país. Esta semana los venezolanos salieron en masa a la calle para expresar que están hartos de un gobierno tan infeliz, incapaz hasta de producir petróleo. El gobierno más torpe que haya conocido América Latina.
Maduro ha tenido suerte. Afortunadamente muchos fueron los ciudadanos que participaron en las marchas.
A Maduro lo engañan o él no ve ni los noticieros del canal oficial. “Uno de los peores errores que puede cometer un gobernante es ignorar el clima de la opinión pública… Sería un error final de Miraflores que no percibiera que las movilizaciones de esta semana expresan el sentir del pueblo. Todo el mundo salió a la calle, la clase media, los pobres, los antiguos chavistas. Hacía mucho tiempo que no se veía en Venezuela tales manifestaciones. A Maduro no lo quieren; Chávez en sus peores momentos contó con algún apoyo.
“La gran mayoría de la opinión pública cree que el país está siendo conducido por un mal camino y tienen razón, porque es obvio, el desastre que ocasiona el gobierno a pesar de contar con grandes recursos”.
Diálogo de conversos es un libro escrito por dos antiguos comunistas chilenos que trabajaron muy duro para que el socialista Salvador Allende llegara a la presidencia de su país. Vivieron la destrucción de la economía en el gobierno de Allende y luego sufrieron persecución en la dictadura de derecha de Augusto Pinochet.
En Chile, al igual que en Venezuela, el socialismo llegó sembrando odio y división entre compatriotas. Mauricio Rojas, uno de los autores del diálogo, cuenta lo que se vivió en la víspera de la elección de Allende: “La avenida estaba desierta, las tiendas habían bajado las santamarías. Un silencio sepulcral solo era interrumpido por nuestros gritos. Miré a un segundo piso y vi una cortina que se movía. Imaginé que alguien nos escudriñaba y pensé en el terror que a esa persona debía darle esta visión de quienes, sin lugar a dudas, querían destruir todo su mundo, y sentí un terrible placer morboso en ese miedo que inspirábamos a los opresores del pueblo. Pero mientras marchábamos causando terror, de pronto me pregunté: ‘¿Y si ellos ganan?’, y no me cupo duda de que en ese caso el gusto que ahora nos estábamos dando, allí y en todo Chile, lo pagaríamos con creces. No habría perdón, como tampoco nosotros estábamos dispuestos a perdonar. Así aportábamos a la destrucción de todo sentimiento de amistad cívica en nuestro país: ya no éramos una comunidad sino un país en guerra civil mental, de enemigos dispuestos a exterminarse mutuamente. Solo faltaba saber quién sería el verdugo y quién la víctima. En todo caso, ya nadie era inocente”. Parece que hablara de Venezuela. El presidente necesita urgentemente un buen traductor para entender lo que le dice al pueblo venezolano. Maduro perdió la brújula. Pagaremos los platos rotos, claro, si quedan platos.
¿Este es un artículo pesimista? No, realista, aunque quizá todo cambie de la noche a la mañana; pero, por ahora, el país se dirige hacia un despeñadero, sin que Miraflores perciba lo que ocurre. Eso es lo escalofriante: Maduro vive en la luna mientras la nave se precipita a tierra. ¡Sálvese el que pueda! Solo que parece que la mayoría vive en la luna.