En el puerto de Róterdam, Holanda, un oficial de la Aduana abre una pesada puerta de metal para revelar una montaña de viejos televisores apilados en un contenedor.
En vez de seguir rumbo hacia Costa de Marfil, la carga será incautada y muy probablemente enviada de regreso a Alemania, desde donde vino, reporta desde la ciudad holandesa el corresponsal de la BBC Aidan Lewis.
Esta es la primera línea del esfuerzo europeo para impedir que los equipos electrónicos que se consumen y se desechan en grandes cantidades, sean luego vertidos en países subdesarrollados.
Es una labor de inmensas proporciones, explica Lewis.
Róterdam es el mayor puerto de Europa y recibe cada año más de nueve millones de contenedores de seis metros.
Solo un tercio de ellos transportan productos holandeses y la mayoría provienen de otros 26 países europeos.
Los oficiales de la Aduana holandesa realizan chequeos sorpresivos a cargamentos sospechosos teniendo en cuenta el destinatario y el destino de la carga.
Controles violados
Aunque los holandeses lideran el camino a la hora de tratar de impedir el comercio ilegal de basura electrónica, solo el 3% de los contenedores que pasan por el puerto de Róterdam son revisados.
Como promedio, en una semana se incauta un cargamento ilegal de desechos electrónicos, lo que se traduce en decenas de contenedores que transportan hasta 800 televisores cada uno.
Pero otro número desconocido de contenedores se escapa o se envían a otros puertos europeos con menos controles.
Como este es un comercio ilegal hay poca información fidedigna sobre su extensión. Pero a juzgar por el número de intercepciones en Europa y por evidencias anecdóticas desde las regiones que los reciben, el comercio ilegal está floreciendo, agrega el corresponsal de la BBC.
«En las costas europeas existe una extraordinaria cantidad de envíos ilegales», afirma Karl-Heinz Florence, miembro alemán del Parlamento Europeo que trabaja actualizando las leyes regionales sobre el tema.
Los traficantes engañan a las autoridades de varias formas, ya sea no declarando que la carga es de productos electrónicos, fingiendo que van a ser reutilizados o escondiéndolos en el medio de los contenedores y rodeándolos de otras mercancías.
Países subdesarrollados
La carga que logra pasar los controles se dirige en su mayoría a países de África occidental, generalmente a Gana y Nigeria, o a países del sur de Asia como India y Pakistán.
«El problema fundamental con equipos electrodomésticos es que están muy mal diseñados», dice Kim Schoppink, un activista de la organización ambientalista Greenpeace, quien viajó a Gana en 2008 para analizar de cerca las implicaciones de este problema.
«Eso hace que resulte muy costoso reciclar esos productos en Europa y de ahí a que sea más económico botarlos en países del Tercer Mundo», agregó.
Los desechos electrónicos contienen valiosos metales que son extraídos en plantas informales de reciclaje.
Pero también lo que se bota puede representar un riesgo para la salud y el medio ambiente, porque contiene metales como plomo, mercurio, cadmio y níquel.
Quienes trabajan en los basureros, muchas veces niños, extraen el aluminio y el cobre y generalmente queman el resto, señala Schoppin
El proceso de la incineración de la basura, una práctica común en algunos basureros, hace que las cubiertas de varios artefactos se tornen peligrosas, pues tienen sustancias que evitan que los equipos se incendien si se recalientan.
“Así se liberan gases altamente tóxicos que pueden afectar a las personas que están cerca”, indicó.
Regulaciones
En 1989 se realizó la Convención de Basilea sobre el control de los movimientos transfronterizos de los desechos peligrosos y su eliminación.
Pero este tratado multilateral de medio ambiente, que se ocupa más exhaustivamente de los desechos peligrosos, no ha sido ratificado por países como Estados Unidos.
Se estima que alrededor de un 80% de los desechos electrónicos estadounidenses son exportados a China a través del puerto de Hong Kong.
La Unión Europea adoptó la Convención en 1994, sin embargo sus reglas son parcialmente efectivas. Se estima que solo un tercio de sus desechos son tratados de acuerdo a sus directivas ambientalistas.
Pero aún cuando los funcionarios tratan de hacer cumplir la ley existen retos.
Éstos incluyen la distinción entre los productos de segunda mano, – que sí tienen permitida la exportación- y la basura electrónica, y el hecho de que los mecanismos de reciclaje no están preparados para procesar la gran cantidad de basura tecnológica que se genera en la actualidad.
Otro tema que preocupa a los analistas es la poca severidad en las multas, que van desde 200 euros, unos US$260, a países que nunca las aplican.
Y entre los mayores retos está lograr que las compañías electrónicas diseñen productos más verdes y educar a los personas sobre sus hábitos consumistas.
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