En un día en el que el mundo recuerda el asesinato del expresidente chileno Salvador Allende en 1973, los ataques contra las Torres Gemelas de Nueva York en 2001, los miles de fallecidos en el tsunami que arrasó Japón hace seis meses, y en el que Cataluña (España) celebra su diada (Día Nacional), Etiopía se viste de blanco para recibir al año 2004.
Los etíopes ultiman las preparaciones para la celebración del fin de año y, en vez de separar doce uvas por persona, como reza la tradición española, preparan cantidades industriales de “injera”, el pan ácido tradicional, que recuerda a unas esponjosas tortitas.
Etiopía -y también Eritrea, que se independizó de Etiopía en 1993-, se rige por un calendario que contabiliza entre siete y ocho años menos que el gregoriano (según distintos cálculos), y que fue elaborado por la iglesia copta del país a partir del calendario juliano, aunque con fuerte influencia judía.
El calendario se compone de 13 meses, los 12 primeros de 30 días, mientras que el último -llamado “Puagime” en amhárico- cuenta con 5 ó 6 días, dependiendo de si el año es bisiesto, hecho que acontece, como en el calendario gregoriano, cada cuatro años.
Las únicas festividades que coinciden con las de fuera del país son las relacionadas con el islam, credo que practica alrededor de la mitad de la población etíope.
Este calendario hace que Etiopía gire a un ritmo distinto del resto del planeta, y mientras la mayor parte del mundo celebraba la entrada al año 2011 más de ocho meses atrás, el país africano, por aquel entonces a principios de 2003, permanecía ajeno a la fiesta.
Y cuando, mañana lunes, millones de personas vuelvan a su puesto de trabajo, Etiopía estará de fiesta: será el Año Nuevo de 2004.