La filial norteamericana de la empresa alemana Putzmeister enviará en un avión de carga Antonov dos máquinas que disponen de un brazo flexible capaz de elevarse 70 metros y arrojar agua o cemento sobre los reactores para enfriarlos, dijo Kelly Blickle, acotó AFP.
El operador japonés Tokyo Electric Power (Tepco) utilizará esos equipos para arrojar agua sobre los reactores, precisó la empresa.
Los responsables de Tepco «no dijeron por el momento si inyectarían cemento. Pero es una opción sin tener que agregar otros equipos», agregó.
Sólo existen tres artefactos con esta capacidad en el mundo. Dos clientes estadounidenses de Putzmeister -grandes constructoras propietarias de las máquinas- aceptaron ceder dos de ellas para ayudar a detener la catástrofe.
En Fukushima ya está en servicio una bomba de ese tipo con una capacidad de 58 m, y otras dos sirven para entrenamiento.
Otras dos máquinas de 62 m -una de las cuales ya llegó a Japón ayer- fueron enviadas directamente desde Alemania.
Con las dos bombas enviadas desde Estados Unidos, serán siete las máquinas de la empresa alemana, con sede en Aichtal, cerca de Stuttgart, que estarán operativas en Japón.
Estos brazos gigantescos equipados con bombas e instalados sobre camiones pesan 80 toneladas y se pueden operar por control remoto desde una distancia de 2 km, si bien es necesario un conductor para estacionarlos cerca del reactor.
Una bomba de cemento de este tipo se empleó durante la catástrofe de Chernobyl (Ucrania) en 1986 para restablecer la seguridad alrededor del reactor 4 de la central, dijo el grupo.
La crisis nuclear y humanitaria entró en su tercera semana, mientras miles de personas sin hogar tratan de reconstruir sus vidas, con poca esperanza de una rápida solución.
El Gobierno dijo que aún tenía que decidir cómo apoyar a Tepco, que está lidiando con la peor crisis nuclear desde Chernobyl y podría tener que abordar reclamaciones que superan los 130.000 millones de dólares, según un banco de inversión de Estados Unidos, citó Reuters.
En el devastado noreste del país, muchos japoneses sólo ven los restos desperdigados de sus casas y vidas tras un terremoto de 9,0 de magnitud y un posterior tsunami, que el 11 de marzo causaron unos 28.000 muertos o desaparecidos.
Más de 172.400 personas siguen viviendo en albergues en el noreste de Japón. Muchas zonas devastadas parecen un desguace lleno de basura, con carros que han quedado al lado de edificios derrumbados y barcos todavía sobre carreteras y zonas altas lejos de la costa.