José Miguel, es el nieto del dirigente sindical Carlos Petit, no tiene más de cinco años y recita emocionado la agenda Guaidó: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Ustedes me dirán que es posible que la clave está en su abuelo, militante de la oposición, yo les digo que no. Este niño como muchos otros que recitan la “agenda Guaidó” sabe que vive en un infierno.
¿Son muy chiquitos para saberlo? No. José Miguel tiene que subir la empinada escalera del edificio donde habita hasta llegar a su apartamento, acompaña a su madre a buscar agua fría en casa de un vecino porque pasa jornadas, largas jornadas sin electricidad en su sector, debe ir a la escuela trasnochado porque el calor y la plaga no lo dejan dormir; y su madre, además de trabajar, ahora debe ausentarse porque no tiene gasolina en su carro o tiene que hacer una cola en una estación de servicio por lo menos cinco horas. Así que José Miguel se emociona con Guaidó porque lo ve como una real esperanza de tener una verdadera niñez y disfrutarla. José Miguel, como la mayoría de los niños en Venezuela nacidos en estos años de chavismo, forma parte de la primera generación de venezolanos que vive peor que sus padres.
De verdad en Venezuela hay un aire de disolución. José Miguel lo entiende, pero carajo, la gente que debe entenderlo más y mejor no lo entiende, no por desinformación sino porque andan en lo suyo. ¿Quién es esta gente? Son detractores, no los naturales, es decir, los representantes del régimen, sino opositores, sus afines, con agendas propias y pretensiones de ser los salvadores de la patria. Solo que para llegar a parecerlo ante el venezolano tienen que demoler la figura, la agenda y el programa Guaidó.
No es fácil enfrentarse al poder autoritario en las circunstancias venezolanas. Por un lado, opositores radicales que piden a gritos una intervención armada extranjera y culpan a los sectores opositores democráticos de “débiles, cobardes o cómplices del régimen”, y dada las líneas centrales que estructuran sus agendas, no son proclives a establecer un “compromiso sustantivo” que sea mínimamente respetado.
Por otro lado, el mismo régimen con toda la arquitectura de poder autoritario (TSJ, FANB, CNE, colectivos, disidentes de las FARC, ELN, el pranato carcelario, etc.) que hasta ahora le ha sido relativamente fácil invertir todo el proceso encaminado a restablecer un orden democrático y ha impedido que se produzcan resultados políticos favorables, ejerciendo no solo un control de procedimientos, sino también sobre las decisiones.
Por eso, yo también acompaño a José Miguel, y hago de segunda voz cuando se sube a cualquier banco que pueda estar a su alcance y grita: cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres. Ojalá que los opositores de la oposición también lo oigan.