El presidente de Ecuador celebra su reelección ante miles de simpatizantes en la Plaza Grande, frente al palacio presidencial, en Quito
El presidente de Ecuador, Rafael Correa, en el poder desde enero de 2007, fue reelegido este domingo para un segundo mandato de cuatro años, según indicaron tres encuestas a boca de urna que le otorgan de 58,8% a 61,5% de los votos.
Un sondeo de la firma privada Opinión Pública señaló que el mandatario socialista obtuvo 61% de los sufragios contra 21% del banquero Guillermo Lasso. A su vez, Cedatos-Gallup estableció que Correa logró un 61,5% de los votos frente a 20,9% de Lasso.
Entretanto, una encuesta del Centro de Investigaciones y Estudios Especializados (Ciees) señaló que Correa triunfó con 58,8% y que el derechista Lasso consiguió 23,1%.
Los sondeos de Opinión Pública y el Ciees fueron divulgados por dos canales de televisión bajo control del Estado, y el de Cedatos-Gallup por medios privados.
Para evitar un balotaje el mandatario requería del 50% más uno de los sufragios válidos (sin blancos ni nulos) o un 40% de éstos y una diferencia de al menos 10 puntos sobre el segundo.
Correa conoció los resultados en el palacio presidencial de Carondelet, donde dio muestras de euforia y recibió abrazos de felicitación de numerosos colaboradores, familiares y amigos.
Posteriormente salió al balcón para saludar a una muchedumbre que se agolpó en la plaza.
El mandatario, electo en 2007, fue confirmado como presidente en 2009 en comicios anticipados tras la promulgación de una nueva Constitución, como hiciera previamente su aliado el líder venezolano Hugo Chávez.
Las urnas cerrraron después de diez horas a las 17H00 locales (22H00 GMT), y en un primer balance los observadores de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) dieron “un parte de normalidad”, aunque con algunos retrasos en la instalación de puestos de votación.
“Voté por el presidente porque los demás solo ofrecen cosas al paso y después no cumplen”, dijo a la AFP Mariano Chicaiza en el poblado indígena de Cangahua (norte).
Correa, un economista de 49 años con una popularidad en torno a 80%, prometió radicalizar su proyecto, que califica como revolución ciudadana.
Los ecuatorianos también eligieron a sus representantes al Congreso, pero las encuestas a boca de urna solo fueron autorizados para las presidenciales. Según una encuesta de la firma CMS difundida la noche del sábado, Correa obtendría con su movimiento Alianza País (AP) una mayoría absoluta con entre 60% y 65% de los escaños.
Actualmente AP tiene el principal bloque, pero no alcanza a ser mayoría, por lo que Correa se planteó como objetivo consolidar su fuerza en el Legislativo para sacar adelante proyectos pendientes y otros con los que éste crítico del neoliberalismo dice que hará “irreversible” su revolución ciudadana.
De hecho, durante la campaña advirtió que no descartaba un adelanto de elecciones generales, como prevé la Carta Magna, en caso de un bloqueo parlamentario de la oposición.
La falta de una mayoría legislativa no le ha permitido al gobierno ver aprobadas normas como la ley de comunicación, que plantea un nuevo reparto de frecuencias y más regulaciones.
Esa ley es impulsada por el oficialismo en el marco de una pugna que Correa mantiene con un sector de la prensa privada, por lo que fue acusado por ONGs internacionales de violar la libertad de expresión.
En contrapartida, en agosto el mandatario le concedió asilo al fundador del portal WikiLeaks, Julian Assange, quien está alojado desde junio en la embajada de Quito en Londres para evitar una posible extradición a Estados Unidos, donde se le indaga por presunto espionaje tras haber filtrado información secreta.
Correa también se propone desarrollar la minería a gran escala, una cuestión que se vislumbra conflictiva por el rechazo de sectores indígenas.
El jefe de Estado anticipó que si es reelecto este será su último mandato.
Correa ha sido una de las voces fuertes de la izquierda latinoamericana, es el que más ha durado en el cargo desde 1996. En ese período Ecuador -de 15,5 millones de habitantes- tuvo ocho gobernantes (tres de ellos derrocados).
Su gran aceptación es el resultado de la estabilidad política y económica y de los proyectos sociales y de infraestructura que ha desarrollado con los fondos del petróleo.