El agua que cubría parcial o totalmente las calles y dificultaba la circulación de los vehículos desapareció y solo quedan algunos charcos que poco tienen que ver con el aguacero del lunes y martes.
Aun así, el balance del temporal es grave: 113 muertos y miles de personas que se quedaron sin casa, en su mayoría en las ciudades de Río de Janeiro, Niteroi y Sao Gonzalo.
En las zonas más pobres de la capital regional, los operarios del ayuntamiento se distribuían para retirar la basura y el lodo acumulado y trasladaban la maquinaria hacia las zonas más afectadas.
Los vecinos de la calle Río Comprido, en el montañoso barrio de Santa Teresa, ayudaban a los operarios de la Compañía Municipal de Limpieza Urbana (Comlurb) a limpiar las calles y a retirar los escombros amontonados.
Un vecino indicaba a los operarios de una grúa cómo retirar dos automóviles, arrastrados por la lluvia y atrapados bajo un poste de luz, tras advertirles sobre el peligro que suponía el cable de electricidad.
Escenas más dramáticas se vieron en el Morro dos Prazeres, también en el barrio de Santa Teresa, uno de los más afectados por los desprendimientos que arrastraron las chabolas a su paso y de donde los socorristas han retirado entre ayer y hoy 12 cadáveres.
Un centenar de vecinos observaba hoy las tareas de rescate en una de las laderas donde el barro había destruido varias casas, ante la presencia de decenas de medios de comunicación.
El pánico se desató cuando se produjo un ruido en uno de los muros de contención que todavía se mantenía en pie y que estaba situado cerca de las casas derrumbadas, lo que provocó una estampida de la gente en medio de un griterío, por el temor a otro desmoronamiento.
Aunque el sol brilló por momentos, las previsiones meteorológicas anuncian lluvia para los próximos días, por lo que la mayor parte de la población residente en las «zonas de riesgo» sigue inquieta y desconfía de los anuncios de las autoridades