Más de 100.000 damnificados y al menos 30 fallecidos son el saldo de las constantes precipitaciones en el litoral venezolano que obligaron al presidente Hugo Chávez a suspender las clases escolares hasta enero y utilizar el Palacio de Gobierno y hasta hoteles de lujo como refugio.
“Es la primera vez que estoy en un hotel, jamás me imaginé entrar a uno y la verdad nos están tratando muy bien”, confesó a Reuters Mariella Bandres, una madre de dos pequeños niños que llegó como damnificada el último fin de semana a un lujoso hotel cercano a la zona donde vive.
Ella, al igual que otras 60 familias, están hospedadas en las 82 habitaciones del hotel Aguamarina donde los más pequeños se divierten en las dos piscinas y diversas áreas deportivas.
“Estoy feliz, en mi casa se quedaron todos mis juguetes, pero acá puedo bañarme en la piscina y jugar en la cancha de básquet”, dijo una niña mientras esperaba la hora en que sirven el almuerzo.
Actualmente hay unas 1.200 personas alojadas en 43 edificaciones turísticas.
HUESPEDES DE LUJO
Sin embargo, la polémica crece a medida que se acerca la temporada de vacaciones.
“No sé si algún día los damnificados se irán y no es que quiero que se vayan porque mi familia también está acá, pero si siguen las lluvias y las casas inundadas ¿a dónde pueden ir?”, se preguntó un trabajador de un hotel que prefirió el anonimato.
El fin de semana, Chávez conminó al Ejército a ocupar “temporalmente” las instalaciones hoteleras “abandonadas”.
Esto causó alarma entre ciertos sectores, que lo vieron como una amenaza contra la propiedad privada, en el contexto de un serio déficit habitacional que llevó al Gobierno a expropiar edificios residenciales a medio construir con el objeto de apurar las obras.
Días después el vicepresidente Elías Jaua aclaró que la medida abarca sólo los hoteles, y que las propiedades personales no estaban en riesgo.
“Notros no nos oponemos a que sean utilizados algunos hoteles, pero debemos tener las reglas claras”, explicó a Reuters José Alberto Núñez, vicepresidente de la Federación Nacional de Hoteles de Venezuela (Fenahoven).
“Estimamos que la ocupación, tal como lo plantearon ellos mismos (Gobierno), sea por un máximo de 30 días y este fin de semana ya cumplimos la mitad de ese lapso”, dijo Núñez.
Sin embargo, Chávez ha dicho en repetidas oportunidades que los damnificados se quedarán donde están hasta que pase el temporal que, según estimaciones, duraría hasta el próximo año.
“Que si llegó el 24 (de diciembre) y están allá todavía, que llegó el primero de enero, feliz año nuevo, pero que estén vivos y sanos”, dijo el líder socialista.
Sin embargo, según reportes de algunos medios locales, el hotel Alba Caracas, de propiedad gubernamental, se ha negado a albergar damnificados. El Estado venezolano tiene 12 hoteles bajo la firma Venetur.
“QUE CESEN LAS LLUVIAS”
La pequeña población de Guayabal en el costero estado Miranda está incomunicada hace un mes luego de que el intenso temporal destrozara la vía que la une con la ciudad de Higuerote.
La inundación fue tal que dos ríos alejados naturalmente por unos dos kilómetros se unieron y se llevaron a su paso decenas de casas.
“Ha llovido 52 días seguidos, ni siquiera en la tragedia de Vargas llovió tanto”, confesó a Reuters Jerónimo Sánchez, poblador de la zona.
La tragedia de Vargas, ocurrida en 1999, es uno de los peores desastres naturales que azotaron al país petrolero causando la muerte de unas 10.000 personas según cifras no oficiales.
En las últimas semanas habría llovido el doble que en aquella fecha. Hasta Guayabal llega cada dos días un helicóptero mi17 del Ejército cargado de víveres y esperanza para las 90 familias que habitan allí.
Cada vez que el helicóptero aterriza en lo que alguna vez fue un campo de fútbol las sonrisas de los pobladores no se hacen esperar.
Políticos de oposición aseguran que la ayuda sólo llega a estados o poblaciones que simpatizan con Chávez.
En Guayabal muchos visten camisetas y gorras con el símbolo del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y dicen amar a Chávez. Sin embargo, Pedro Gutiérrez, un poblador de la zona, aseguró que “la tragedia no tiene tinte político” y que en Guayabal se ayuda a todos “sin importar su ideología”.
Cuando el helicóptero alza vuelo de regreso al aeropuerto que funge como centro de operaciones, se deja ver en un descampado del pueblo un mensaje ya casi borrado por el barro: “Dios que cesen las lluvias”.