¡EMERGENCIA! Aguas del Lago de Maracaibo amenazan a unas 70.000 personas


Unos 70.000 habitantes de los viejos campos petroleros de Lagunillas, en el estado Zulia, viven hoy con el miedo creciente de ser arrastrados por el Lago de Maracaibo. La tierra de donde manó el oro negro durante años se hunde por el fenómeno de subsidencia, mientras los diques de contención de las aguas se resquebrajan. Pdvsa ya ni habla de la prometida reubicación de familias enteras que corren el riesgo de terminar como los habitantes de la Atlántida, a ocho metros bajo el nivel del mar.

Hilda Davalillo de Brito es una educadora jubilada de Pdvsa, de 60 años de edad, que durante casi cuatro décadas dio clases en la escuela Rafael Urdaneta de Bachaquero y luego en la Antonia Esteller y Ramiro Antonio Paz de Lagunillas. Pertenece a una familia que por tres generaciones ha entregado su vida al desarrollo de la industria petrolera.

Ha visto el auge y caída del modelo petrolero venezolano, desde los 70 metros cuadrados de una casa maltrecha que todavía sobrevive, en medio del nuevo rostro oxidado y fantasmal de los campos petroleros de la Costa Oriental del Lago (COL).

La maestra vive en la misma casa en la que nació en Campo Alegría, una de las 380 viviendas dúplex construidas por la Menegrande Oil Company hace 67 años. Luego de la nacionalización completada por Carlos Andrés Pérez en 1974, la compañía pasó a llamarse Meneven, que posteriormente fue absorbida por Pdvsa.

Son pocos los que tuvieron la oportunidad de irse a lo largo de estos años cuando empeoró el deterioro de las estructuras. En total 56 familias del sector lograron ser reubicadas en viviendas de la Misión Vivienda (el programa social de dotación de soluciones habitacionales iniciado por el difundo presidente Hugo Chávez en 2012).

Otras lograron mudarse por su cuenta. Pero 290 familias, integradas en su mayoría por personas de la tercera edad, aún viven en un campo residencial disfuncional.
La casa de Hilda como la de tantas otras familias se cae a pedazos como consecuencia de los pequeños temblores frecuentes en todo el eje costanero, a lo largo del llamado muro de contención.

Los expertos atribuyen las sacudidas al fenómeno de subsidencia, que en geología se define como el progresivo hundimiento de una superficie de terreno, acelerado por la explotación de yacimientos petroleros que se compactan cuando es retirado el hidrocarburo.

“Campo Alegría” es uno de las zonas residenciales más afectadas.

En la casa de Hilda, dos de las tres habitaciones y la cocina se encuentran clausuradas. Fueron absorbidas por un hueco gigante.

En el vecindario, el resto de las viviendas son despojos.

Johnny Hernández, desempleado de 45 años, hijo de trabajadores petroleros, vecino y exalumno de Hilda, salta varias veces sobre el piso para demostrarnos que debajo solo se encuentra el abismo. El techo, las paredes, los pisos, las bases, todo es tragado pausadamente por la tierra.

Lagunillas es ahora un lugar ruinoso con balancines corroídos que derriten el tiempo. Allí viven cerca de 70 mil personas que no tienen a donde ir, sin embargo su mayor temor no es la miseria, el hambre y la violencia criminal que ya habitan entre ellos, sino el muro de contención abandonado a su suerte que amenaza con inundar casi 100 años de historia y convertirlos en una especie de Atlantis petrolera.

Actualmente el terreno de Lagunillas se encuentra a ocho metros por debajo del nivel de las aguas del Lago, que son retenidas por un dique que evita su descenso hasta la población, aunque se filtra y hace pozos desde hace tiempo. Según dan fe los habitantes de la zona, este muro no recibe mantenimiento desde el año 2002, poco antes del paro petrolero.

Los recuerdos de lluvias e inundaciones como las del estado Vargas, en 1989, o los desastres recientes en otras partes del mundo como el de este mes en Lima y el norte del Perú -provocadas por el fenómeno del Niño, con saldo de 72 vidas perdidas y miles de familias damnificadas- laten como una alarma entre los vecinos de Lagunillas y sus alrededores, condenada a un muro de contención olvidado por el gobierno.

El muro olvidado

Después del puente sobre el lago el muro de Lagunillas este muro es la obra de ingeniería civil más importante del estado Zulia. Es una gran muralla de 41.7 kilómetros de longitud, 103 diques internos y 34 estaciones de drenaje que lucen inoperativos por el abandono y la falta de mantenimiento. Fue creado para proteger el área de Tía Juana en el municipio Simón Bolívar, así como Lagunillas y Bachaquero, en el municipio Valmore Rodríguez.

En el año 1929, cuando el dique era de tablestacado (una estructura de listones de madera unidos entre sí), sufrió una rotura y el agua penetró e inundó los caseríos rurales, lo que comprobó el hundimiento progresivo del terreno.

En 1937 las concesionarias petroleras acuerdan construir la muralla y hacerle mantenimiento. Fue iniciado por la constructora norteamericana Raymond, C.A el 14 de diciembre de 1938 desde los terrenos de la MeneGrande Oil Company, en Campo Alegría. Desde ese lugar se tomó la curtida imagen de los “árboles de Navidad” que coronan los pozos petroleros en la sabana lacustre y que aparece en todos los libros sobre el petróleo en Venezuela.

El presidente del colegio de ingenieros del estado Zulia, Marcelo Monnot, dijo que han levantado varios informes técnicos sobre la carencia de mantenimiento del muro por más de 15 años, pero aún no han recibido respuesta de parte de las autoridades de la industria.

Asegura que el peligro es latente, no solo para los campos petroleros sino para una comunidad de más de 200 mil personas que viven en los alrededores del eje petrolero en la Costa Oriental del Lago.

“El rompeolas se han venido desplazando y no hay reestructuración con piedras nuevas que fortalezcan la muralla. No soy experto en el tema sísmico pero, según los especialistas, todos los días hay movimientos sísmicos nuevos de las capas tectónicas, lo que hace cada vez más vulnerable con el tiempo esta estructura. Aunado a la propia subsidencia eso termina convirtiendo esta zona en una gran bomba de tiempo para un desastre que ya ha sido anunciado con bastante anticipación”, manifiesta preocupado Monnot.

En caso de un desastre, la población solo cuenta con 10 minutos para salvaguardar su vida, explica.

Para Monnot el gobierno debe al menos dar una respuesta sobre el status de la reubicación de la población y los planes de contingencia para una zona donde no se hace un simulacro de evacuación desde hace 15 años.

“La industria petrolera abandonó la cultura de la prevención y el mantenimiento de sus instalaciones y zonas residenciales”, dijo.

Un plan de contingencia clausurado

La principal misión y visión de Ducolsa (Desarrollo Urbano de la Costa Oriental del Lago) es reubicar a las poblaciones afectadas por el fenómeno de la subsidencia, y las que se encuentran por debajo de la cota cero.

El expresidente Chávez en su momento “exigió” que la reubicación fuera enmarcada dentro de un plan social que contemplara urbanismos acompañados de programas idóneos en beneficio de las familias que debían ser trasladadas.

Pero los habitantes se quejan de que el programa de vivienda está politizado y no le llega a la mayoría que no integra los colectivos (grupos de militantes del chavismo). La entrega de soluciones habitacionales para la COL ha mermado en los últimos 3 años.

El concejal del municipio Lagunillas, Carlos Man Leal, dice que la decepción es grande entre los habitantes de los campos petroleros de la parroquia Venezuela de esa entidad, ya que viven entre la desidia, la zozobra, la inoperancia burocrática y la falta de información de la estatal petrolera en torno al proceso de reubicación que por ley ha sido decretado varias veces.

La situación ha generado un desmejoramiento de la calidad de vida de los habitantes, en su mayoría ancianos, que alguna vez contribuyeron a levantar la industria petrolera que tanto acercó a Venezuela a su etapa de progreso y desarrollo en la era democrática.

El concejal denunció que la industria se mantiene hermética ante la reubicación de los habitantes, principalmente del sector obrero que viven en casas destartaladas.

“No es nada fácil reubicar a toda una sociedad establecida con un modo de vida al que ya están acostumbrados, pero el gobierno es el primero que debe tomar consciencia en cuanto a las miles de vidas que pueden desaparecer en caso de un accidente o catástrofe, así como el daño causado al equilibrio ecológico.

Hace muchos años que PDVSA no emite un comunicado ni sobre el tema de la reubicación, ni la subsidencia ni el estado del muro.

“Es una falta de respeto a la gente que vive atrapada en viviendas no aptas para ser habitadas en una zona sensible al desastre. Aquí hubo un plan llamado COLM que capacitaba a la gente sobre las precauciones que debían tomarse ante una posible catástrofe, con simulacros integrados por la comunidad donde participaban guardias nacionales, bomberos y paramédicos. La Pdvsa roja rojita desapareció este plan y sometió a la población al hermetismo. Aquí nadie sabe nada ni está preparado para un peligro que es inminente”, recalcó el concejal zuliano.

El plan COLM fue creado por decreto presidencial en 1986 y consistía en cursos de sobrevivencia y concientización impartidos por una gerencia de prevención, donde todos los habitantes en la zona de subsidencia trabajaban en equipo para salvar vidas en caso de que el muro sufriera algún daño o se generara cualquier otro estado de alarma.

En la ejecución del simulacro se hacía sonar una serie de alarmas conectadas a un sistema de Pdvsa para alertar a la gente del peligro inminente, e inmediatamente activar la evacuación.

En el año 1998 se realizaron prácticas generales en Bachaquero y Lagunillas. En el 2000 se llevó a cabo una estrategia de evacuación en Tía Juana, con 12 mil residentes. En el 2002 se capacitaron 2.000 jóvenes de instituciones educativas y se restablecieron señalizaciones de rutas seguras.

Una vez que desaparece dentro de la industria la etapa de la “meritocracia”, esta gerencia es eliminada, al igual que el plan de contingencia, las charlas de prevención e información y las alarmas, dejando a merced de la incertidumbre las instalaciones petroleras y la vida de miles de familias de la zona.
Según Omar Bracho, cronista de la ciudad, además de Campo Alegría las zonas más expuestas al peligro son Campo Mío, Campo Rojo, Florida Grande y Pequeña, Carabobo norte y sur, Milagro, Bellavista, Puerto Nuevo, Pichincha, Grande, Delicias y Las Palmas, así como los barrios Aserraderos, Rómulo Gallegos, Los Próceres y José Félix Rivas.

El día después de mañana

Lo que en otros tiempos fue una cultura modelo, de urbanismo vanguardista, claras señalizaciones, comisariatos, clínicas funcionales, forma de vida organizada con educación gratuita, servicios eficientes y una maravillosa vida social y deportiva compartida en clubes de distintas categorías, ahora es un poblado de espanto, abandonado a su suerte, secuestrado por el hampa que desvalija todo lo público y desmantela todo a su paso, no hay alumbrado ni cercas en ninguna de las calles, la mayoría de los comercios están cerrados.

La población vive con el peligro latente. El tema de las casas agrietadas y paredes cuarteadas es común. Todos quieren salir de allí. La respuesta de Pdvsa a las familias que se quejan del hundimiento de sus viviendas y el agua derramada es que esa agua no proviene de ninguna tubería sino del propio lago.
Los encuestados en la calle dicen que ya están censados y esperan la promesa del gobierno de reubicarlos en cualquier momento. El problema se hace más evidente cada vez que llueve. Sin embargo la mayoría cree que el muro es bastante seguro y que solo un gran terremoto lo tumbaría.

La pesadilla es casi la misma: Toda una comunidad histórica quedaría destruida ante un desastre para el que no estamos preparados.

 

Dámaso Jiménez | @damasojimenez


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