Para entender el nerviosismo de los seguidores de Hillary Clinton en vísperas de su debate presidencial de este lunes contra Donald Trump, algunos traen a colación recuerdos infantiles, de la época de la escuela.
En especial, ese momento terrorífico en las peleas de patio escolar en donde el estudiante de buena conducta buscaba al indisciplinado e intentaba razonar con él, tratando de convencerlo con argumentos.
Pero éste le respondía con un insulto de brutal eficacia que desarmaba a su oponente, dejándolo sin palabras, en ridículo.
Varios expertos consultados por la BBC dicen que Hillary Clinton podría terminar abrumada de esa manera por el candidato republicano en el primero de tres debates, que puede definir quién gane la elección presidencial estadounidense.
Los detalles
Es evidente la superioridad de Clinton sobre Trump en el conocimiento de la sustancia de los temas que se tocarán en el debate.
La candidata demócrata lleva meses memorizando la letra menuda, los detalles técnicos, las aristas complicadas de las políticas que propone.
Ensaya situaciones posibles. Hace que sus asesores simulen el papel de Trump para tener preparada una respuesta a cada posible salida del volátil candidato republicano.
Clinton es además una de las candidatas más experimentadas que haya buscado la presidencia, luego de décadas de desempeño como activista por los derechos de los pobres, Senadora y Secretaria de Estado.
Se enfrenta a un rival que no ha ocupado un cargo público y que revela desconocimiento sobre temas cruciales de la discusión pública.
Trump, además, se vanagloria de no estar estudiando para su confrontación con Clinton.
Y, sin embargo, puede que nada de eso importe para definir quién ganará el debate del lunes.
«De lo que Hillary tiene que cuidarse es de cuando ella entregue una respuesta intelectualmente sólida a una pregunta y trate de relacionarla con alguna cosa mala que haya hecho Trump», le dice a la BBC Michael Steele, expresidente del comité directivo del partido Republicano.
«En ese momento Trump va a responder: ‘y eso que importa, si de todos modos tu no le agradas a la gente», puntualiza Steele.
Errático
Stephanie Cutter fue directiva de la campaña por la reelección del presidente Barack Obama en 2012.
También reconoce el peligro que afronta Clinton en este debate.
«Trump es errático, insulta a sus contrincantes para dejarlos fuera de base», le dice a la BBC.
Lo recordará bien Jeb Bush, contrincante de Trump en las elecciones primarias republicanas.
En uno de los debates presentó un elaborado discurso para criticar al magnate, quien simplemente contestó endilgándole a Bush el devastador apodo de «low energy» (baja energía), subraya Steele.
Bush nunca se recuperó.
La pantalla chica
Clinton se enfrenta el lunes a un virtuoso en el manejo de su imagen en televisión.
Luego de años de experiencia como estrella de programas de «reality», domina la pantalla chica como pocos. Y eso puede ser un arma letal en el escenario político.
Lo saben todos los candidatos estadounidenses desde el célebre debate televisado entre Richard Nixon y John F. Kennedy en 1960. Nixon era considerado el candidato más experto, pero Kennedy sabía cómo proyectar una imagen más atractiva ante las cámaras y usó eso para ganar la elección presidencial.
«Clinton corre el riesgo de ser el equivalente de Richard Nixon en este debate», advierte a la BBC Barbara Perry, experta de la Universidad de Virginia en la historia de estos debates.
La reciente enfermedad de Hillary Clinton, quien debió guardar reposo algunos días después de ser diagnosticada con neumonía, aumenta el peligro que sea ella la que podría dar la apariencia de debilidad y de una imagen poco atractiva en televisión, puntualiza Perry.
«Tiene que arreglarse bien, salir bien maquillada», anota.
Y conectarse emocionalmente con la gente. Algo que, muchos expertos aseguran, no le viene fácil a Clinton, quien muchas veces es juzgada como fría y distante.
El fondo y la forma
Y entonces, ¿es inevitable que Clinton salga maltrecha del encuentro del lunes contra Trump?
No necesariamente, replican expertos.
«Cuando Trump se enfrentaba a 17 candidatos en los debates de las primarias republicanas tenía apenas unos pocos minutos, tal vez cinco o seis, para hablar. En el debate con Hillary tendrá 45 minutos y se espera que exponga en detalle sus políticas», advierte a la BBC Brett O´Donnell, experto en la preparación de candidatos para estos eventos.
Lo que podría presentar una ventaja al enfoque más académico de la candidata demócrata.
Hillary Clinton tampoco es ninguna advenediza en el debate público.
Se estrenó profesionalmente hace más de cuatro décadas como asistente en el comité parlamentario que investigaba el legendario escándalo de Watergate.
Durante su época de Primera Dama en el gobierno de Bill Clinton fueron múltiples las ocasiones en que fue ella la que puso la cara frente a los medios para salvar políticamente a su esposo. Y como secretaria de Estado salió airosa de la andanada de ataques que contra ella dirigieron los republicanos.
«La hemos visto aguantar 11 horas de interrogatorio a raíz del caso Bengasi. Puede que Trump piense que él va a ser el primero en sacarla de casillas, yo lo dudo», dijo este viernes a los medios Jenniffer Palmieri, directora de comunicaciones de la campaña de Clinton.
Un solo gesto
Volviendo a la comparación del debate como pelea de patio escolar, en ocasiones la tolerancia de la audiencia puede cambiar en un instante, con un solo gesto, en simpatía por el retador.
Los seguidores de Hillary Clinton recuerdan que cuando ella aspiró por primera vez al Senado en 2000, se presentó en un debate televisado contra su contrincante Rick Lazio.
En un momento dado de la discusión, Lazio elevó el tono de voz. Para subrayar sus argumentos, se acercó demasiado a Clinton, invadiendo su espacio personal. Se vio, de alguna manera, amenazante.
Y el público sintió simpatía por una mujer que visualmente fue percibida en la pantalla como víctima de un hombre de postura agresiva.
Muchos piensan que ese debate le costó la elección a Lazio y llevó a Clinton a su primera victoria electoral.
El debate del lunes es una de las últimas ocasiones en que puede cambiar la opinión de decenas de millones de votantes estadounidenses frente a los dos candidatos presidenciales.
Por eso cada palabra, cada gesto, será escudriñado. Pues en uno solo de esos gestos, en una sola de esas palabras, puede estar la llave del triunfo.
Información BBC / GP