La jefa del Gobierno alemán Angela Merkel saludó el domingoel “superresultado” de su partido, la Unión Cristiana Demócrata (CDU) en las legislativas alemanas, y prometió “cuatro nuevos años de éxito”.
“Juntos, vamos a hacer todo para que los cuatro años que vienen sean cuatro nuevos años de éxito para Alemania”, declaró, mientras las estimaciones de las televisiones le dan la mayoría absoluta.
A sus 59 años, la canciller alemana -quien es considerada como “la mujer más poderosa del mundo” por la revista Forbes – ganó un tercer mandato con alrededor del 42% de los votos, según esos sondeos.
Hija de un pastor protestante, casada dos veces y sin hijos, Merkel demostró, con esta rotunda victoria, que sigue siendo muy popular en su país. En cambio sus socios liberales se quedarían fuera del parlamento, según esos sondeos.
Después de ocho años al timón de la primera economía de Europa, y tres liderando la búsqueda de una salida a la crisis en la eurozona, Merkel se muestra preparada a dirigir su país otra vez más, sin que su imagen haya dado muestras de sufrir el desgaste del poder y las embestidas de la crisis económica mundial.
Nacida y formada en la ex-RDA, la líder conservadora es llamada a veces “la canciller de hierro”, por su férrea defensa de las políticas de austeridad.
Pero los alemanes la apodan también “Mutti” (“Mamá”), porque les inspira una gran seguridad, en medio de la turbulencia europea.
Merkel es una de las líderes más respetadas en el mundo, pero también una de las más criticadas. En el extranjero, su figura irrita, indigna.
Manifestantes coléricos han protestado en las calles de Atenas, Lisboa y Madrid,responsabilizándola por los recortes de presupuesto que, afirman, están ahogando las economías de sus países, y llevando la tasa de desempleo a niveles casi nunca vistos.
Los griegos la detestan, y la acusan de querer poner de rodillas a Grecia, para mejor explotarla.
“¡Merkel, fuera!”, han gritado en marchas y protestas millares de manifestantes en esas capitales. Algunos incluso llevan carteles con caricaturas de Merkel, a la que pintan con un bigote estilo Hitler y vestida con uniforme nazi.
“Estoy determinada a ver que Europa emerge más fuerte de la crisis”, insiste Merkel, dentro y fuera de su país.
“Alemania sólo puede ser fuerte con una Europa fuerte”, repite, una y otra vez, la canciller, asegurando que Berlín no aspira a ejercer una hegemonía sobre la Unión Europea.
Durante esta campaña electoral, a la que muchos le han reprochado carecer de sustancia, Merkel ha insistido en su programa de continuidad, subrayando que la estabilidad en Europa “es crucial para el bienestar de Alemania”.
Veintitrés años después de la histórica reunificación, “Merkel encarna a la perfección las sensibilidades de los alemanes en estos comienzos del siglo XXI”, afirma el responsable del influyente semanario Die Zeit, Josef Joffe.
La canciller “es perfectamente predecible, en su flexibilidad. Y al electorado, que detesta el riesgo, le encanta eso”, escribió Joffe.
Su biógrafo, Gerd Langguth, resalta que aunque Merkel está siempre bajo la luz de los reflectores, sigue siendo un enigma.
Es “una esfinge”, que aprendió de sus años bajo la dictadura de Alemania del este, afirma su biógrafo.
De niña, Angela Dorotea Kasner -la primera mujer que dirige Alemania y la primera desde Margaret Thatcher que dirige un gran país europeo- soñaba con convertirse en una patinadora artística.
Ocho años tras su ascensión al poder gracias a una alianza entre sus conservadores de la Unión democrática cristiana (CDU) y los socialdemócrata, Merkel cuenta con un 60% de opiniones favorables, algo que no tiene precedentes desde la Segunda guerra mundial.
“Ella se ha convertido en una especie de madre de la nación”, estimó el politólogo Oskar Niedermayer.
Merkel “encarna al común de los mortales […] y eso le gusta a la gente”, observó sobre sobre la mujer que se ha convertido en la líder conservadora de su generación.
Amante de la ópera, del vino tinto francés y de las caminatas en las montañas italianas, Merkel, que hace ella misma sus compras en un supermercado barato, proclama que su modelo es la ama de casa alemana, símbolo de la austeridad y el auto control.
Su esposo, el profesor de química Joachim Sauer, con quien Merkel se casó en 1998, no se queda atrás en su modestia. El hombre es tan tímido que no asistió a la ceremonia de toma de poder de su esposa, en 2005.
Falta por ver si asistirá a la próxima.
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