En sus experimentos, la investigadora Yvonne Ulrich-Lai y sus colegas del Laboratorio de Neurobiología del Estrés suministraron una solución de agua con azúcar a un grupo de ratas durante dos semanas para, a continuación, estudiar su respuesta fisiológica y su comportamiento ante situaciones de estrés.
En comparación con los roedores que no habían tomado azúcar, mostraban un ritmo cardíaco disminuido y menos nivel de hormonas del estrés en su sangre. Los mismos efectos aparecían cuando el agua estaba edulcorada con sacarina. “Son las propiedades placenteras de las comidas apetecibles, y no las calorías, las que reducen el estrés”, asegura Ulrich-Lai.
Los científicos registraron también la actividad de una estructura cerebral, el del eje hipotalámico-hipofisario-adrenal (HPA), que responde en situaciones de estrés. Y comprobaron que el cerebro de las ratas expuestas a actividades placenteras, como consumir bebidas dulces o practicar sexo, respondía con menos intensidad al estrés que el de sus compañeras.