BRUSELAS, enero 2012 . – El euro celebró su décimo aniversario con una discreción que revela la crisis profunda que atraviesa la moneda común europea, muy lejos de las filas de espera de clientes eufóricos que acompañaron el 31 de diciembre de 2001 el lanzamiento de sus primeros billetes.
Fueron discretas las celebraciones oficiales de lo que en la época fue uno de los mayores cambios fiduciarios nunca antes realizado: 14.900 millones de billetes y 52.000 millones de monedas introducidos de un día para otro en 12 países.
A lo más, los círculos numismáticos esperan una moneda de dos euros conmemorativa del acontecimiento, que debe ser emitida en común a partir del lunes en los países –hoy 17– de la Eurozona.
En Fráncfort, el Banco central europeo difundió en su portal internet un breve video para recordar lo benéfico del euro.
“Durante la pasada década, la moneda única se convirtió en el símbolo de la integración y de la cooperación” en Europa, según el presidente de la BCE, Mario Draghi.
“A pesar de los desafíos que enfrenta actualmente Europa y el mundo, los ciudadanos de la Eurozona pueden estar seguros de que el BCE seguirá fiel a su mandato de mantener la estabilidad de los precios”, prometió Draghi.
Incluso, si la inflación que advierte el hombre común ha sido relativamente elevada y algunos sectores del consumo corriente aprovecharon el advenimiento del euro para aumentar sus precios, la inflación realmente mesurada se mantuvo cada año a alrededor de 2% desde la creación de la moneda única.
Con la supresión de la barrera del cambio, el euro también permitió estimular los intercambios entre los países que lo adoptaron, lo que aprovecharon sobre todo las PME alemanas.
Un balance que sin embargo fue opacado por el contexto económico. En los últimos días, los responsables políticos prefirieron llamar a sus conciudadanos a enfrentar los desafíos para salir de esta crisis “inaudita”, según expresión del presidente francés Nicolas Sarkozy.
Según la cancillera alemana Angela Merkel, 2012 puede ser “más difícil” que el “año horrible” que acaba de vivir la zona euro.
Iniciada hace dos años desde Grecia cuando Atenas reconoció haber alterados sus cuentas para adoptar el euro, la crisis de la deuda llegó a Portugal y a Irlanda, y actualmente amenaza a todos los países de la zona, a pesar de los planes de rescate y las cumbres europeas “de la última alternativa” que se sucedieron durante todo el 2011.
Por primera vez, la cuestión de la supervivencia de la moneda común se planteó.
Al comenzar el año cuando los gobiernos deberán volver masivamente a buscar financiamiento en los mercados, Grecia se juega en enero su supervivencia financiera en difíciles negociaciones con los bancos para reducir en un 50% sus deudas.
Debido sobre todo a las reticencias de Alemania para pagar, la Eurozona no ha conseguido dotarse de un escudo suficientemente sólido para ayudar al mismo tiempo a varios países del tamaño de España o de Italia. Además, un apoyo del FMI sigue siendo incierto.
Sobre estos hechos, Europa se dedica a llenar un vacío de su Unión monetaria y que la crisis puso en evidencia: la insuficiente coordinación de las políticas económicas. En principio, a comienzos de marzo, la mayoría de los países europeos deben firmar un acuerdo para inscribir en sus respectivas Constituciones “reglas de oro” sobre un retorno al equilibrio.
El euro terminó el año con un nuevo récord desde hace más de diez meses de baja frente al yen, y con un nuevo récord también de baja desde hace 16 meses frente al dólar (pero manteniéndose claramente por encima del que tenía frente a la moneda estadounidense cuando fue creado).
Un eventual retorno al dracma significaría un “verdadero infierno” para Grecia, advirtió el gobernador del Banco (central) de Grecia, Georges Provópulos.
NP