En un mercado libre, cuando el dólar sube es porque hay más compradores que vendedores.
Conmoción provocó en círculos financieros la semana pasada la brusca alza del dólar, el que trepó hasta casi tocar los 700 pesos. No se veían precios semejantes desde 2001 –cuando Chile fue sacudido primero por la devaluación argentina y luego por la caída de las Torres Gemelas– y 2003, oportunidad en la que el escándalo por la quiebra de la financiera Inverlink disparó el dólar sobre los 740 pesos. En cambio, en la gran crisis financiera de 2008 el dólar subió menos porque el incendio se originaba en Wall Street.
En un mercado libre, cuando el dólar sube es porque hay más compradores que vendedores; esto es, porque hay más interés en sacar dinero del país que de ingresarlo. Según ha informado el Banco Central, nuestra cuenta corriente externa –que mide el resultado del comercio exterior de bienes y servicios– se ha tornado superavitaria en el primer semestre, lo que indica que la presión sobre el dólar no proviene de un exceso de las importaciones sobre las exportaciones. El problema entonces está en los movimientos de capitales: lo que el alza del dólar refleja es que, en términos netos, los inversionistas nacionales y extranjeros están apostando contra el peso.
El fenómeno es en parte global y obedece a los temores de que Estados Unidos deba subir mucho sus tasas de interés o de que China sufra un traspié. También el dólar ha subido mucho en Brasil, Colombia y México. Chile es considerado vulnerable a los problemas de China, porque ella abarca casi 50% del consumo mundial de cobre.
Sin embargo, lo que ayudaría a Chile a superar una coyuntura difícil es contar con empresas más competitivas. Para eso no ayuda la mera alza nominal del precio del dólar, sino su incremento real. El riesgo es que el brinco en el precio de esta divisa alimente la inflación y empuje los costos laborales o de otra índole. Ello haría sal y agua la competitividad ganada por el mayor dólar.