Durante el último quinquenio, la economía ha sido el dolor de cabeza de los venezolanos, agravándose peligrosamente en el 2017. En diciembre del 2016, según datos de Consultores 21, siete de cada diez venezolanos (66%) percibían a la economía como el problema más grave de la nación; para el mes de junio del presente año, esa cifra descendió a 54%, no porque haya mejoría económica sino porque se incrementó la percepción sobre los problemas políticos (26%), producto de la intensa conflictividad política durante cuatro meses consecutivos.
Con la elección de la Asamblea Constituyente, los venezolanos retornamos a la patética cotidianidad y a los devastadores estragos de una economía enferma y desatendida por el régimen de Nicolás Maduro. La economía está al garete, no tiene dolientes; el gobierno ha reiterado su intención de no rectificar, ni de tomar decisiones efectivas que resuelvan los desajustes estructurales de una economía dirigida en los últimos 18 años, por un modelo ideológico atrasado, ineficiente, estatista y absolutamente corrupto.
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¿Acaso, alguien piensa que la economía es una prioridad para el régimen de Maduro? Nos vendieron la constituyente como la panacea de la paz y de una economía vigorosa al servicio de todos los venezolanos, pero desde un principio conocíamos sus verdaderas intenciones, jamás nos engañaron. La intención era perpetuarse en el poder haciendo uso de un revanchismo nunca visto en la historia política venezolana, a fin de quitar del camino las piedras que dificultan la instauración de un sistema comunista a imagen y semejanza del cubano. Para ello era necesario defenestrar a la fiscal Luisa Ortega Díaz, hoy en el exilio, y eliminar a la Asamblea Nacional como única instancia legítima sustentada en la constitución vigente. Además, la constituyente ha servido para ejecutar un juego macabro que pretende dividir y desmoralizar a la oposición democrática venezolana, considerado como “el enemigo más enconado” de la patria revolucionaria.
Mientras tanto, Delsi Eloína, siguiendo instrucciones del nefasto Diosdado Cabello, que el pueblo les aplaudirá todas sus locuras y atrocidades porque, según sus cálculos, lo verdaderamente importante es la lealtad absoluta al régimen, pues, la economía y el progreso de los venezolanos son aspectos que no les interesan a los iluminados constituyentistas.
Apreciados lectores, si pensábamos que habíamos tocado fondo, estamos muy lejos de esa realidad. Sin pretender ser profeta del desastre, los meses por venir serán mucho peores. Demos un ligero repaso a los problemas que sufrimos en carne propia cada uno de nosotros. La inflación estimada para el cierre del 2017, podría ubicarse por encima del 1.300%; la caída del PIB supera el 8%, con cifras negativas por cinco años consecutivos, pocos países en el mundo aguantan semejante catástrofe. No hay dólares para importar alimentos ni mucho menos para adquirir insumos básicos para el sector industrial, con lo cual el desabastecimiento de alimentos y medicinas se agravará, so pena de adquirirlos a precio del dólar negro que ha registrado un incremento de 1.650% en los últimos nueve meses. La devaluación del bolívar es bestial. El bolívar fuerte no vale nada, lo asesinó el propio régimen.
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Quien diga que la crisis no lo ha afectado económicamente, es porque pertenece al grupo privilegiado de los enchufados del régimen, o son personas que por mucho tiempo acumularon dólares que les permitirá mantener su holgado estilo de vida, de cara a la inmensa pobreza en la que vive la inmensa mayoría de los venezolanos. La gente está desesperada, no encuentra salida a esta vorágine revolucionaria; las fronteras de Colombia y Brasil empiezan a sentir el peso del éxodo masivo de venezolanos que buscan un trabajo para sobrevivir; o, en el peor de los casos, pernoctan en plazas públicas en espera de un samaritano que sacie sus necesidades de alimentos. En la actualidad, seis de cada diez venezolanos manifiestan que comen menos de tres veces al día –podrían ser dos o sólo una comida diaria- acompañada de alimentos carentes de las proteínas necesarias para evitar la desnutrición crónica. Los venezolanos que buscan en la basura alimentos, es la triste estampa que se repite en las calles de las ciudades; madres con hijos pequeños e infantes agolpados en supermercados y panaderías pidiendo un pan para saciar el hambre de días. El hambre es la maldición de esta revolución que sembró de pobreza todos los rincones de Venezuela.
El círculo vicioso de la pobreza no se detiene; cada día más hogares engrosan las estadísticas de la pobreza extrema. El flagelo del hambre padecido históricamente por Haití y por tantas naciones africanas, ahora es una realidad que nos toca las puertas, que convive desgraciadamente con nosotros, a pesar que fuimos considerados uno de los países más ricos de Latinoamérica. ¡Vaya que contradicción tan cruel nos ha tocado vivir a los venezolanos!
La debacle económica afecta la generación de empleos productivos y bien remunerados, creciendo el bachaquerismo como una opción laboral que produce más miseria, ya que unos pocos se aprovechan de la escasez para revender los productos a precios exorbitantes que sólo pueden ser adquiridos por una minoría. La economía de Maduro es la génesis de la canibalización en Venezuela, proceso socio-económico de reciente data que terminará de destruir la solidaridad y la fraternidad que aún prevalecen en la sociedad venezolana.
La canibalización empieza a estar presente en diferentes actividades del país. Los bachaqueros comercializan con alimentos y medicinas, sin importar el hambre y la salud de sus compatriotas. La vida no tiene valor alguno para ellos. La gran escasez de efectivo –sólo posible en revolución- es atendida por mercaderes inescrupulosos que cobran hasta 20% de comisión por un avance de efectivo. Los que prestan servicios técnicos cobran de acuerdo al dólar today, aunque sus costos sean eminentemente en bolívares. Aquí cada quien defiende sus intereses particulares y engorda sus dividendos de mala procedencia, bajo la mirada cómplice de un régimen que le interesa que aumenta la pobreza, pues, ellos piensan que mientras mayor es la miseria más grande es el control del gobierno sobre los pobres, haciéndoles creer que su única opción es la revolución.
Con posibilidad de equivocarme, porque todo puede pasar en Venezuela, creo que la debacle económica propiciada por la incapacidad del régimen, será la bomba que permita su implosión, porque los venezolanos no estamos dispuestos a convertirnos en los mendigos de Latinoamérica ni en los siervos de una dictadura que se vanagloria con el hambre y la pobreza de su pueblo. Nicolás Maduro ¿y cómo está la economía? Está en agonía de muerte gracias a tu descomunal ineficiencia como mandatario. Recuerda que un pueblo sometido a la más atroz pobreza y miseria, tiene la fuerza para vencer tus pretensiones de ser el dictador eterno de Venezuela. No lo olvides nunca.
@EfrainRincon17|Profesor titular de LUZ