El teléfono no para de sonar en una de las farmacias del estado norteamericano de Florida que aceptan recetas médicas de Venezuela, mientras los empleados se esfuerzan por atender la avalancha de pedidos del país, agobiado por la escasez de medicamentos.
La demanda es tal que el local tuvo que instalar una central telefónica para manejar las solicitudes de Venezuela y poder seguir atendiendo a la clientela local, explica a la AFP Walter Cohen, director internacional de la cadena venezolana de farmacias Locatel, con dos sucursales en el sur de Florida.
Desde hace cinco años, cuando empezaron a recibir recetas médicas internacionales y ofrecer el servicio de envío a Venezuela, “el aumento ha sido exponencial”, dice Cohen, quien explica que semanalmente reciben alrededor de mil solicitudes, que van desde medicinas y vitaminas hasta equipos médicos.
Además de Locatel, algunas otras farmacias, empresas de encomiendas y organizaciones civiles se han movilizado en el sur de Florida para facilitar el envío de medicinas a Venezuela, ante la aguda escasez en el país, sumido en una prolongada crisis económica.
La oposición en Venezuela ha llegado a calificar la situación de “crisis humanitaria”, mientras el gobierno de Nicolás Maduro se defiende asegurando que es una estrategia de sus adversarios para debilitarlo y afirma que ha distribuido millones de medicamentos.
Pero en las farmacias de Florida los teléfonos suenan insistentemente.
Lo más básico
“Son innumerables de verdad las llamadas que tenemos en la farmacia, historias todas distintas, para pedir cosas tan pequeñas como puede ser un antiinflamatorio, un catéter, cosas básicas que la gente sencillamente no consigue”, indica Miguel González, uno de los dueños de Pharm Aid, en Pembroke Pines.
Los fármacos más pedidos son para enfermedades crónicas, como la alta tensión o la diabetes, o para combatir el cáncer, sin olvidar los anticonceptivos o pañales, señalan los empleados de las farmacias.
Su trabajo es posible gracias a regulaciones en Florida que permiten aceptar recetas médicas internacionales, que los clientes suelen enviar por fax. Si el fármaco solicitado no existe en Estados Unidos, las farmacias son expertas en buscar alternativas o recomendar otros medicamentos con ingredientes activos similares.
Lo que sí suele ser un obstáculo infranqueable es el pago, ya que las farmacias solo pueden aceptar dólares, difíciles de obtener en Venezuela donde rige un férreo control cambiario.
“Compramos a nuestros proveedores en dólares, vendemos en dólares, no tenemos otra manera de hacerlo, no podemos aceptar otras divisas”, lamenta el venezolano Walter Cohen, quien dice que su empresa trabaja con fundaciones para costear el precio de algunas medicinas.
Las trabas cambiarias llevan a que tan solo alrededor de un 10% de los pedidos se concreten, según Cohen, lo que hace que el negocio “realmente no es económicamente viable para nosotros”.
La satisfacción está en ayudar a sus compatriotas. “Nos llaman para decirnos ‘gracias, nos salvaron’. Esas llamadas son las que hacen que todo esto sea valioso y posible”, dice.
Pharm Aid muchas veces no cobra el envío cuando la medicina es costosa, dice Freddy Abreu, otro dueño de la farmacia.
Apoyo familiar
Los venezolanos se apoyan también en sus familiares en Florida, estado donde se suelen asentar los inmigrantes de ese país.
“Aquí le compro yo a mi mamá los medicamentos para la tensión”, explica en Locatel la venezolana Oralia Martínez, que llegó hace un año con una visa de estudiante a Florida, desde donde envía los fármacos a su madre de 72 años y a otros familiares.
De su lado, empresas dedicadas al envío de encomiendas de Florida a Venezuela han visto cómo los paquetes a ese país van cada vez más cargados de medicinas. Ante la crisis, una de ellas, Terra Overseas, decidió desde principios de año no cobrar por el envío de fármacos.
“Inicialmente mandábamos muchos aparatos electrónicos, mucha ropa, pero ahora con la crisis en Venezuela mandamos principalmente medicamentos y artículos de primera necesidad, comida, jabón”, dice Lady Guillén-Rivera, vicepresidenta de Terra Overseas, ubicada en Doral, ciudad aledaña a Miami con gran concentración de venezolanos.
Desde que dejaron de cobrar por mandar medicamentos, los pedidos se han disparado, tanto así que ahora trabajan horas extra.
“Tenemos familia allá y escuchamos a diario las necesidades que están pasando, entonces ya no es algo de un negocio, ya no es monetario, sino que necesitamos ayudar”, agrega Guillén-Rivera.
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