Hace unas semanas un par de pilotos rusos descubrieron, mientras realizaban un vuelo de reconocimiento en la zona, un abismal agujero con un diámetro de 80m. La dimensión del foso, aunado a su incierto y misterioso origen, han generado una gran expectativa gracias a una masiva cobertura mediática. Por si no fuese suficiente el tamaño, resulta que el hallazgo se registró en la región siberiana que corresponde a la Península de Yamal, término que se traduce como “el fin del mundo” –un detalle que explicablemente estimuló las narrativas apocalípticas que sistemáticamente pulsan alrededor de incontables sucesos.
La realidad es que es un fenómeno natural que corrobora el cambio climático, según científicos de Tomsk Polytechnic University (Siberia).
Lo extraordinario es que este fenómeno a toda vista natural haya ocurrido en un espacio de tiempo tan corto, ante nuestros ojos. Normalmente, los fenómenos geológicos son resultado de procesos de cientos o miles de años, pero los «agujeros negros», como también son conocidos los cráteres aparecidos en la península de Yamal, que significa «Fin de la Tierra» en lengua aborigen, son relativamente recientes.
Son consecuencia directa del calentamiento global de nuestro planeta que está provocando que se derritan los hielo perpetuos que cubren la tundra siberiana.
El hielo contiene gas y cuando se reduce el espesor de la superficie helada, ese gas sale disparado como si se tratara de fumarolas en las zonas volcánicas y crea esos agujeros con formas tan ideales, que parecen hechas por el hombre, por extraterrestres o un meteorito, como se comenta en las redes sociales.
Los científicos siguen realizando investigaciones para determinar la causa de este fenómeno natural, pero ya se han identificado algunos indicios: al realizar un análisis del aire en el fondo del cráter se ha encontrado concentraciones de metano (CH4) cercanas al 9,6%, cuando la concentración normal en el aire es de 0.000179%. Científicos rusos han indicado que el cráter tiene solo un par de años de antigüedad.
Metano: el gran peligro
El metano es un gas cuyo efecto invernadero es más potente que el efecto del CO2, el metano puede calentar el planeta 21 veces más que el CO2. El divulgador científico César Tomé indica que la liberación de metano en la atmósfera podría incrementarse en los próximos años, “con consecuencias potencialmente desastrosas”.
De acuerdo a información presentada por el Washington Post, el metano se mantiene bajo tierra en Siberia por acción de una capa de permafrost (suelo congelado permanentemente). El calentamiento inusual del 2012 y 2013, o el calentamiento de largo plazo que ocurre en la región, podrían haber ocasionado que se derrita la capa de permafrost, (suelo congelado permanentemente) permitiendo que se libere una enorme burbuja de metano a la atmósfera.
Anna Kurchatova, especialista del Centro de Investigación Científica del Sub-Ártico, explica que el gas se combinó con hielo mezclado con arena, bajo la superficie hace 10 mil años, cuando la región era un mar. Ahora, con el calentamiento global, se ha producido una fusión de la superficie helada, liberando el gas y causando un efecto similar al que ocurre cuando el gas expulsa el corcho de una botella de champán.
Otra de las preocupaciones para los científicos radica en que se desconoce la cantidad de metano que está atrapado bajo el permafrost (suelo congelado permanentemente). Es posible que al avanzar el proceso de calentamiento global se libere más metano a la atmósfera, incrementando en gran medida la cantidad de gases de efecto invernadero acumulados en el globo.