Por supuesto, determinar con exactitud de dónde proceden estos elementos esenciales significa ser capaces de comprender cómo llegó el agua, y la vida, hasta la Tierra. Ahora, un grupo de investigadores del Instituto Carnegie de Washington acaba de publicar en Science un artículo según el cual el agua que hay en nuestro planeta no es la misma que se distribuyó, en forma de hielo, por todo el Sistema Solar en los tiempos de su formación, sino que llegó mucho después. Y no a bordo de lejanos cometas procedentes de los confines del SIstema Solar, sino de mucho más cerca: del cinturón de asteroides que hay en el entre Marte y Júpiter.
Para Conel Alexander, investigador principal del estudio, una gran cantidad de agua helada se repartió por todo el Sistema Solar primitivo, pero ese hielo nunca formó parte de los materiales que se agregaron para formar la Tierra. Ese hielo primitivo puede encontrarse hoy en objetos como cometas o las ya citadas condritas carbonáceas. Pero su análisis demuestra, según los investigadores, que los dos tipos de objetos no nacieron más allá de la órbita de Júpiter, como se creía, sino en dos zonas muy alejadas. Los cometas se formaron en las regiones externas del Sistema Solar. Las condritas carbonáceas lo hicieron mucho más cerca.
Alexander logró establecer esta diferencia calculando la proporción de deuterio (un isótopo del hidrógeno) contenido por el agua helada de 85 condritas carbonáceas. Cuanto más lejos del Sol se ha formado un objeto, más deuterio contiene. Y si los cometas y las condritas carbonáceas se formaron en el mismo lugar, su hielo debería contener la misma, o parecida, cantidad de deuterio. Pero no es así.
El hielo de los meteoritos analizados contiene mucho menos deuterio que el de los cometas, lo cual sugiere que los éstos últimos se formaron mucho más lejos del Sol. Un resultado que, además, contradice los modelos más aceptados sobre la forma en que el Sistema Solar adquirió su arquitectura actual.
Para Alexander, el contenido de deuterio de las condritas carbonáceas indica que estos meteoritos debieron formarse mucho más cerca del Sol que los cometas. En concreto, en el cinturón de asteroides, el gran anillo de rocas que se encuentra entre las órbitas de Marte y Júpiter. Y es de ahí, sugiere el estudio, de donde procede precisamente el agua de la Tierra. Alexander está convencido de que los resultados de su investigación obligarán a revisar las teorías actuales y contribuirán, de paso, a resolver un buen puñado de cuestiones que hasta ahora se habían resistido a la Ciencia.