Por años el mundo viene conociendo de las demandas sociales de muchos pueblos diseminados por su geografía, mucho de ello tuvo que ver con las carencias de calidad de vida, con la búsqueda de libertades, y la lucha contra la intolerancia de cualquier índole, que lleva a un camino sinuoso donde la convivencia entre partes resulta casi imposible, y que como resultado trajeron procesos de segmentación con consecuencias terribles para naciones enteras, en tal sentido cabe hacerse la reflexión de los costos que implican mantener esos climas de confrontación de manera indefinida, o tratar de algún modo y al menos entablar puentes de salida que abran una rendija para el escape a la situación de caos.
Ejemplos existen en mayor y menor escala, tal fue la inicialmente lucha sindical polaca con el ya conocido caso del movimiento Solidaridad y su líder Lech Walesa, quienes enfrentaron al duro gobierno comunista que llenó de miseria a todo un país, y cuya respuesta a la disidencia fue la represión férrea y sin medida, pero que sin embargo, con incluso ayuda de la iglesia católica y muchos más factores se logró construir una masa lo suficientemente fuerte para llevar al gobernante Jaruzelski a la mesa y cediendo de modo impensado, abrió el compás de unas elecciones libres que a la postre le dieron un giro total a aquel panorama catastrófico, hoy Polonia exhibe con orgullo grandes indicadores de prosperidad económica y de desarrollo sostenible, con mejoras de impacto positivo para la población en educación, empleo, seguridad, etc. Cabría preguntarse si el avance que representó aquel hito histórico no hubiese sido posible, dando rienda suelta a la prolongación del conflicto, tal vez en el presente, y muy probablemente, no se estaría hablando de los mismos resultados.
La línea del tiempo enmarca casos similares y disimiles, bien se podría mencionar a Mandela y su irreductible congreso nacional africano, que con perseverancia logro romper al hostil apartheid sudafricano marcado por la impresentable segregación racial extrema, forjando con serenidad y liderazgo los trazos necesarios para cohesionar no solo un gobierno reformador, sino integrar superando heridas a toda una sociedad sin distinción alguna, hoy se sabe el rumbo creciente que emprendió Sudáfrica hasta estos días, en condición vinculante se encuentra Chile, en el que el esfuerzo absoluto y determinado de la ciudadanía con sentimientos de cambio, edificó aquella victoria electoral frente al todopoderoso dictador Pinochet, tarea nada sencilla, pero finalmente se impuso la conjunción de las presiones y los costos para dar paso a una transición bastante recordada, que con sus aciertos y bemoles fue el punto de arranque de lo que actualmente es una punta de lanza en Latinoamérica en diversos rubros.
No obstante también pueden surgir otros elementos, como la invasión a Granada de 1983 en pleno mar caribeño, cuyo inevitable desenlace llevó a responder a un gobierno dictatorial encabezado por Hudson Austin, de alianza cubano-soviética, que desplegó sobre la isla un centro de tráfico de armas y de salvaje persecución, representando para la organización de estados del caribe oriental (OECS) una amenaza para la región, lo que desencadenó con la participación activa de EEUU, Jamaica y Barbados una dura incursión militar que se enfrentó a resistentes tropas de Cuba y Granada, pero que terminó por barrer tras una ardua batalla de varios días al régimen imperante, dejando una serie de bajas de lado y lado tanto en civiles y militares, cumpliéndose así otro modo de cambio, aunque obviamente más traumático, entonces queda analizar el valor de las implicaciones internacionales que tuvo y la real disposición o incidencias para llegar a una decisión de esa magnitud, que ocurren ocasionalmente.
Las transiciones no son fáciles de construir, ellas conllevan una simbiosis entre los costos de reprimir y los costos de salida individuales y colectivos, esa ecuación por supuesto siempre viene atada a una taxativa voluntad de cambio desde el seno de la población y al consenso y evaluación de la comunidad internacional, pues cuando los conflictos se traban el campo de la soluciones tiende a nublarse, nacen las críticas, las diferencias y los desencuentros, naturales propiamente de no hallarse un sendero claro a seguir, allí y pese a cualquier circunstancia debe predominar la sensatez y la claridad del pensamiento humano, ya que se impone la necesidad de avanzar en medio de la adversidad, pero especialmente la necesidad de unir y trascender, siempre enfocados en alcanzar nuevos y mejores días bajo el sol.
Daniel Merchán.
@Daniel_Merchan en Twitter
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