“La Bella y la Bestia” goza de gran popularidad en nuestros días gracias al estudio del ratón Mickey. Pero el cuento de hadas que le sirve de base se remonta a cientos o incluso miles de años. Incluso existe la posibilidad de que haya recibido influencias de un personaje histórico español. De todo esto hablaremos a continuación.
Animales novios
En 2016 una investigación publicada en la revista Open Science de la Royal Society de Londres arrojó un interesante resultado: los cuentos de hadas son mucho más antiguos de lo que se solía creer. Aplicando técnicas usadas en biología, los responsables del estudio seleccionaron cerca de 300 cuentos populares y tomaron en cuenta variables como la proximidad geográfica y lingüística.
Contra la opinión más generalizada de que estas historias tendrían a lo sumo algunos cientos de años, los investigadores demostraron que sus versiones orales más remotas podían rastrearse hasta la prehistoria, mucho antes del surgimiento de las modernas lenguas europeas. “La Bella y la Bestia”, según la publicación, podría tener entonces una antigüedad cercana a los cuatro mil años o incluso más.
En su libro «Psicoanálisis de los cuentos de hadas», el psiquiatra austriaco Bruno Bettelheim enmarca “La Bella y la Bestia” y otros relatos populares y mitológicos de esta índole en lo que él llama “ciclo animal-novio”, cuyas líneas argumentales implican el secuestro y cautividad de una joven por parte de un animal o ser monstruoso con quien por lo general se une y procrea descendencia. En los cuentos de hadas, el animal resulta ser un príncipe encantado al que el amor salva de su maldición. Estas narraciones de corte iniciático instan a superar la repulsión inicial asociada al sexo mediante un proceso de maduración sentimental que lleve a la reconciliación de los aspectos animales y espirituales de la naturaleza humana. Igualmente, enfatizan la fuerza redentora del amor, la tolerancia hacia las diferencias y el carácter engañoso de las apariencias: detrás de un engendro espantoso se esconde un apuesto joven de buen corazón.
Existen antecedentes de “La Bella y la Bestia” en relatos como la antigua fábula griega de Eros y Psique o el cuento “El rey cerdo”, escrito en el siglo XVI por el italiano Giovanni Francesco Straparola. Pero la narración tal como lo conocemos hoy surgió en el siglo XVIII de la mano de dos escritoras francesas.
La primera versión escrita de la historia fue publicada en 1740 por Gabrielle Suzanne Barbot de Villeneuve y tenía la extensión de una novela, con numerosas peripecias dramáticas y tramas secundarias. En 1757, dos años después de la muerte de Villeneuve, la también escritora gala Jeanne-Marie Leprince de Beaumont modificó el largo relato de su antecesora, lo depuró de algunos elementos que consideró perturbadores y lo redujo a las dimensiones de un cuento corto. Esta es la versión que ha gozado de más popularidad hasta nuestros días y ha sido la base de las diversas adaptaciones audiovisuales de la historia.
Bella y Bestia ¿reales?
Una investigación reciente del Smithsonian Channel afirma que Gabrielle de Villeneuve pudo inspirarse parcialmente en un hecho real del siglo XVI para escribir su versión de “La Bella y la Bestia”.
En 1547, el rey Enrique II de Francia recibió como regalo un extraño ser capturado en las islas Canarias con la particularidad de tener el rostro y casi todo el cuerpo cubiertos con un espeso vello.
Hoy se sabe que aquel muchacho de diez años padecía una condición genética hereditaria llamada hipertricosis o “síndrome del hombre lobo”. Pero en aquellos tiempos se pensó que Pedro González (pues tal era su nombre) era en realidad una bestia salvaje. Pese a ello, el monarca francés quedó fascinado por la inteligencia que demostraba el joven e intentó “humanizarlo” mediante una intensiva educación con profesores de la corte. En consonancia con una costumbre de la época, su nombre se latinizó como “Petrus Gonsalvus”.
A la muerte de Enrique II en 1559, la reina viuda Catalina de Médicis decidió buscarle una esposa a Petrus para que procreara pequeños “salvajes” como él. Tras una larga búsqueda, la soberana se decantó por una por una dama de la corte llamada Catherine, quien conoció a su marido el mismo día de su boda, celebrada en 1573. Pese a todo, ambos terminaron amándose y estuvieron casados por más de cuarenta años.
El matrimonio de Petrus Gonsalvus y Catherine estuvo lejos de ser feliz. No eran libres, pues tuvieron varios dueños entre las familias nobles europeas, quienes los exhibían como parte de su colección de curiosidades y ordenaron retratos que circularon por toda Europa. La pareja tuvo siete hijos, de los cuales cuatro nacieron con vello. Estos últimos fueron separados de sus padres sin que pudieran volver a verse.
Los esposos finalmente se establecieron en Capodimonte, Italia (propiedad de su patrón, el duque de Parma), donde vivieron sus últimos días. Se sabe que Catherine falleció en 1623, pero la fecha de la muerte de Petrus Gonsalvus se desconoce, aunque pudo ser hacia 1617 cuando tenía ochenta años, pues su última mención en un documento data de ese año. Tampoco se conoce la ubicación de su sepultura.
Quizás hubo alguna influencia, pero lo cierto es que Villeneuve apenas ofrece información sobre aspecto de la Bestia, pues se limita a precisar que tiene trompa de elefante y piel escamosa (datos no siempre respetados en las adaptaciones audiovisuales, que prefieren decantarse por una apariencia cercana al león o al jabalí). De todos modos, esta teoría supone una fascinante posibilidad.
Adaptaciones a la pantalla
En 1899 la productora francesa Pathe realizo la primera adaptación al cine de «La Bella y la Bestia». Desde entonces se han hecho numerosas películas y series televisivas inspiradas en el famoso cuento de hadas.
La relación entre el gigantesco gorila protagonista del clásico “King Kong” (1933) y su prisionera rubia encarnada por Fay Wray fue concebida por sus directores como una lectura moderna de la Bella y la Bestia. Al comienzo de la cinta se cita un supuesto proverbio árabe que reza: “Y dijo el profeta: la Bestia contempló el rostro de la Bella y su mano no mató. Y desde ese día fue como si hubiera muerto”. Al final de la película, tras la muerte del simio en lo alto del Empire State, uno de los personajes sentencia: “no fueron los aviones, fue la Bella la que mató a la Bestia”.
En 1946 el poeta y cineasta francés Jean Cocteau estrenó su cinta “La Bella y la Bestia”, muy respetuosa con el relato de madame Leprince de Beaumont y considerada por muchos como la mejor adaptación fílmica del cuento. Protagonizada por Josette Day como Bella y Jean Marais (quien debía someterse a cinco horas diarias de maquillaje) como la Bestia, la cinta hacía gala de un refinado preciosismo visual inspirado en maestros de la pintura occidental como Rubens, Hals, Vermeer y Doré. Hoy se la considera un clásico de cine.
El film de Cocteau inspiro una ópera del compositor estadounidense Philip Glass, estrenada en 1994 y una nueva versión cinematográfica francesa rodada en 2014, con Vincent Cassel como la Bestia y la reciente “Chica Bond”, Lea Seydoux, como Bella.
Las versiones de Disney
La cinta animada de Disney “La Bella y la Bestia”, estrenada el 13 de noviembre de 1991, buscó centrar la historia no tanto en Bella (como en el cuento original) sino en la Bestia, pues este último es el personaje que más cambios experimenta.
En su libro «La semilla inmortal», los críticos Jordi Balló y Xavier Pérez afirman: “La Bestia del film no resulta ser buena por naturaleza, sino que llega a ese estado beatífico tras una larga expiación. Se trata de un príncipe castigado por haber rechazado una rosa que le ofrecía una anciana, bajo cuyo aspecto no supo descubrir a un hada buena. Esta expiación sirve, además, para introducir un factor temporal potenciador de un suspense melodramático (…): la rosa del cuento adquiere características mágicas, ya que cuando pierda el último pétalo, el príncipe quedará definitivamente convertido en un monstruo”.
“Por todo ello-continúan Balló y Pérez- la película puede concebirse como un melodrama sobre el aprendizaje del amor, un período de iniciación de fácil identificación con los sentimientos del público”.
Pero la película es ante todo es un colorido espectáculo musical, lo que resultó decisivo en su enorme éxito de crítica y público. “La Bella y la Bestia” se convirtió en la primera película animada de la historia en obtener una nominación al Oscar como Mejor Película, varios años antes de que la Academia creara la categoría de Mejor Largometraje de Animación en 2001. Al final se alzó con las estatuillas correspondientes a Mejor Banda Sonora y Mejor Canción Original por el tema “Beauty and the Beast” (en español “Bella y Bestia son”), que suena durante la escena del baile de la pareja protagonista.
La nueva versión “live action” del clásico de 1991 está dirigida por Bill Condon, responsable de películas como “Dioses y Monstruos” (Oscar al Mejor Guion Adaptado en 1998) y de los dos últimos largometrajes de la serie «Crepúsculo». Emma Watson (Hermione Granger en la saga de Harry Potter) encarna a Bella, Kevin Kline a su padre Maurice, Dan Stevens interpreta a la Bestia (y al príncipe) y Luke Evans al villano Gastón.
Asimismo, secundarios de lujo prestan su voz a los sirvientes encantados de la Bestia: Ewan McGregor como el candelabro Lumiére, Ian McKellen como el reloj Din Don y Emma Thompson como la Señora Potts.
También llega un personaje nuevo: el piano conocido como Maestro Cadenza (Stanley Tucci), quien protagoniza con Madame Garberobe (Audra Mc Donald) el primer beso interracial en un film no animado de Disney.
El tema “Beauty and the Beast” vuelve a sonar de la mano de Ariana Grande y el pianista John Legend, quien participó recientemente en la oscarizada «La La Land» .
La cinta trae otras novedades con respecto a su antecesora animada. Bella asume un papel más independiente, pues es inventora como su padre y crea una lavadora automática que la libere de responsabilidades para dedicarse a su pasión lectora. A juicio del director Bill Condon, se buscó destacar a Bella como “una heroína del siglo XXI”.
La película también incluye el primer momento abiertamente gay en un largometraje de Disney, más concretamente entre Gastón y su compinche Le Fou, a quien da vida Josh Gad. “Le Fou un día quiere ser Gastón y otro quiere besar a Gastón. Está confundido sobre lo que quiere. Es alguien que acaba de darse cuenta de que tiene esos sentimientos. Y Josh Gad hace algo absolutamente sutil y delicioso con esto. Tiene su recompensa al final, pero no voy a contarla”, dice Bill Condon.
Twitter: @mhnissnick
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