Google ya es mayor de edad. El buscador más importante del mundo cumple hoy 18 años y lo celebra por todo lo alto con un nuevo doodle. Y lo cierto es que ya no podemos imaginar nuestra vida sin él. ¿O sí?
Nos ponemos nostálgicos y hacemos un repaso por todas aquellas cosas que hacíamos antes de que existiese Google:
Buscar en la enciclopedia.
La enciclopedia era nuestra Biblia. En todas las casas había una de 20 tomos, junto con los tapetes de ganchillo, el papel pintado o el televisor Telefunken. Si tenías que hacer un trabajo en el colegio, buscabas en la enciclopedia; si se te olvidaba quién combatió en la Guerra de los Cien Años, allí estaba ella esperándote. Era muy difícil que algo no apareciese en la enciclopedia, pero si ocurría aquello era una auténtica tragedia nacional. Más tarde llegó la enciclopedia Encarta, que estaba disponible en CD-ROMS. Poco a poco, fueron cayendo en desuso y hasta la sacrosanta Enciclopedia británica dejó de imprimirse en 2012 para pasarse al formato digital.
Mirar un mapa o un callejero. ¡Qué tiempos aquellos! Cuando ibas de viaje tenías que ir al maletero a localizar el mapa de carreteras, que generalmente se encontraba en un estado lamentable. Desplegar el mapa también era un auténtico reto y, después, había que estudiar concienzudamente la ruta a seguir. Nadie te decía cuál era el camino más rápido ni más corto ni dónde estaban los radares. También consultábamos los callejeros de las ciudades para buscar direcciones, nos perdíamos tres o cuatro veces e incluso preguntábamos a la gente si no las encontrábamos.
Ir al quiosco. Acudir al quiosco era todo un ritual, especialmente los fines de semana. No sólo comprabas el periódico, sino también los tebeos, las revistas semanales y el Superpop, con el que luego forrabas las carpetas del cole. Las publicaciones se sobeteaban hasta la saciedad porque también servían para hacer recortables, collages y hasta manteles de papel.
Rebuscar en las páginas amarillas.Con 22,3 millones de usuarios al año, eran nuestra segunda Biblia y nuestro Google de antaño. Si se estropeaba la lavadora, las llaves o el coche, tenías que recurrir a las páginas amarillas. Fontaneros, cerrajeros, mecánicos… no eras nadie si no aparecías en ellas. También consultábamos las páginas blancas para buscar los teléfonos de particulares. Curiosamente, estas guías en papel se siguen utilizando y, actualmente, cuentan con 12,3 millones de usuarios. Y gozan de buena salud en su versión digital.
Ir al videoclub. Sin Youtube no nos quedaba más remedio que acudir al videoclub para poder ver nuestras películas favoritas. Si queríamos revisitar los vídeos de Madonna, Michael Jackson o Prince, los grabábamos en cintas. No conocíamos los tutoriales y jugábamos al Pac-man o al Tetris en soledad sin necesidad de youtubers. Tampoco podíamos ver los dibujos animados cuando nos daba la real gana si no cuando las teles los programaban.
Grabar los cassettes. No existía la piratería. A lo sumo grabábamos los discos de nuestras canciones favoritas que sonaban en la radio en gastadas cassettes que escuchábamos una y otra vez.
Consultar los diccionarios de idiomas. En muchas casas había un diccionario o un minidiccionario de francés o inglés de bolsillo. Vale que los idiomas nunca fueron nuestro punto fuerte, pero todos chapurreábamos algo de «Je m’ appelle Virginie» o «my tailor is rich». Y si nos íbamos de viaje había que llevárselo sí o sí, aunque sólo fuese para dar el pego.
Acudir a las agencias de viajes. Viajar era una odisea. Nada de sacar los billetes por Internet ni de encontrar los hoteles más baratos o apartamentos low-cost mediante Airbnb. Debías ir en persona a la agencia de viajes para planificar tus vacaciones o acudir a las taquillas de Renfe para sacarte el billete.
Escribir cartas.Sin las cuentas de gmail, escribíamos cartas y hasta mandábamos postales. Tampoco faltaban los christmas por Navidad. Mirar el buzón era una tarea de obligado cumplimiento.
Llamar por teléfono Si buscabas algo, tenías que salir a su encuentro. Nada de teclear palabras o personas en el ordenador. Para localizar a la gente debías llamarla por teléfono y hasta te sabías los números de memoria. Nos tirábamos horas hablando por el auricular y pelearse por el aparato era el pan nuestro de cada día en todas las familias.