La vida de José Monasterios continúa, su rutina, su Dojo, sus viajes, su día a día no para. La inclemencia del tiempo cumple con su trabajo, lo cual no evita que de vez en vez la nostalgia lo asalte y haga de las suyas, porque la muerte de su esposa y su hija no se supera, solo se sobrelleva.
La foto de Giomar Cartagena se repite en su Facebook, cada cierto tiempo, al lado de palabras como monstruo, miserable, clamando por la colaboración de propios y extraños. Lo único que le queda es exigir justicia, que el responsable del cruento crimen, ocurrido la noche del 23 de febrero del 2010, pague. Que el sujeto que le arrebató a su familia no siga tranquilo por la vida, como si no tuviera cuentas pendientes.
“Son seis largos y tortuosos años de dolor y sufrimiento que tengo y les voy a pedir un gran favor a todas mis amistades facebistas… que colaboren conmigo, compartiendo estas fotos de este monstruo asesino de mi esposa y de mi hija. Su nombre es Giomar Alejandro Cartagena Alcántara, me las quemó vivas en el Parque Caiza hace 6 años y aún las autoridades no han hecho nada… Por favor si en verdad muchos de ustedes me aprecian compártanlas, no le den like (me gusta) solo compartir… Les doy las gracias anticipadas. Solo pido justicia por mi esposa y mi hija”, se lee en su muro de Facebook, de forma recurrente los últimos tres años.
Ni siquiera con la notificación roja de Interpol, ordenada por el tribunal 20 de Control, de Caracas, en septiembre de 2010, se ha logrado dar con el paradero del hombre que secuestró y, posteriormente, asesinó a Joaquina Alsina, de 53 años, y a Oriana Monasterios, de 21 años, disparándoles y rociándoles gasolina para prenderlas, aún con vida.
Giomar Cartagena posee difusión roja de Interpol.
Los cuerpos quedaron expuestos en un terraplén de Parque Caiza, entre las vías que comunican a Caracas con Guarenas. Fue precisamente un camionetero, que cubre esta ruta a diario, quien dio parte a las autoridades del macabro hallazgo a las 4:30 de la mañana del 24 de febrero de aquel año.
De inmediato llegaron al sitio funcionarios de la Policía de Miranda, de la Policía de Sucre, la Guardia Nacional y del Cuerpo de Investigaciones Científicas, Penales y Criminalísticas. Se requirieron pruebas especializadas para lograr la identificación de las víctimas. Aunque en el caso de la joven Oriana, cuyo cadáver quedó menos afectado por la acción del fuego, un tatuaje precisó su identidad.
En la espalda, un idiograma en coreano, que reza: “la paz de la acción”, fue suficiente para sus familiares. Los dos cuerpos hallados a 28 kilómetros de su lugar de residencia eran los de las dos mujeres sacadas a la fuerza la noche anterior.
El Dojo del maestro Santi-Ko permanece cerrado estos días. El 12 de febrero el padre y esposo de las víctimas indicó a través de su Facebook que se desconectaría momentáneamente. Sus amigos señalan que estos días son muy fuertes para él, que —a pesar del tiempo— el hombre tricampeón mundial en su especialidad e integrante del Hall de la Fama de los Estados Unidos, se quiebra.
José Monasterios y Joaquina Alsino.
“Es muy duro, a pesar de su fortaleza mental, es una situación muy fuerte de asimilar. Lo que más le duele fue la forma en que las mataron. Esa niña creció a su lado, en el Dojo, todos los días estaba con él, de hecho ella era cinta negra”, refiere Rafael Blanco, amigo de Santiko, desde hace más de 20 años, quien pasó a buscarlo por la academia, en San Bernardino, y la encontró cerrada. “Nosotros evitamos tocarle el tema”, agrega.
Monasterios no asimila la desaparición de su familia y mucho menos la crueldad con la que fueron tratadas. Solo exige y clama justicia. Es un pedido que no se desvanece como el dolor del luto, como la sensación de ausencia, como la certidumbre que ni siquiera una condena justa podrá regresar a las dos mujeres a su lado, pero es lo único que puede exigir, pedir, rogar.
El creador de la especialidad Shan Tiong no cree en la justicia divina, menos en milagros, solo en la justicia de los hombres, por eso riega la foto del sujeto que abusó de la confianza de su hija, para entrar nuevamente a su vida y arrebatársela, con el pretexto de un robo de 32 mil dólares, que eran propiedad de Joaquina y que serían empleados para comprar un carro para la joven.
“Les voy a explicar algo a mi manera… no soy digno de lástima… simplemente les estoy pidiendo ayuda para tratar de encontrar a este inhumano que asesinó a mi esposa y a mi hija en una forma cruel… soy apolítico… no creo en ningún tipo de religiones… ni en tiempos perfectos, ni justicias divinas y mucho menos en milagros…”, se lee en su muro de Facebook.
Paradójicamente, la foto de Giomar Cartagena Nieves y Giomar Cartagena Alcántara (padre e hijo) se mezclan con las suyas, con las que evidencian la alegría típica de las redes sociales; sin embargo, en ese espacio dedicado —casi de manera exclusiva— a amigos y a familiares no se encuentran fotos de Joaquina y Oriana, en cambio sí la de su verdugo.
En tanto y tanto pide ayude, deseando que alguno de sus conocidos lo vean en algún lugar del planeta y notifiquen a la Interpol. En seis años de investigaciones se ha hablado de diferentes refugios, entre ellos Colombia, país al que huiría en un primer momento el joven de 22 años, luego de cometer el cruento crimen.
La joven estudiaba Diseño Gráfico.
Lo cierto es que hasta los momentos solo hay dos detenidos y seis prófugos. Incluso, una de las personas que tuvo mayor participación en el doble homicidio obtuvo sentencia apenas el 4 de febrero de este año, luego de admitir la acusación fiscal por los delitos de secuestro, homicidio calificado con alevosía, en grado de complicidad correspectiva, y asociación para delinquir.
El sujeto es primo de Cartagena y fue detenido a los pocos días del hallazgo de los cadáveres, en La Victoria, estado Maracay. Fue sentenciado a 22 años y cuatro meses de prisión y permanecerá recluido en la cárcel de Yare 1. Su hermano, Luis Enrique Molina Cartagena, también se encuentra implicado en el hecho, y está evadido de la justicia.
El crimen de Joaquina y Oriana fue esclarecido a las pocas semanas de haber ocurrido. Los investigadores de Homicidio del Cicpc determinaron que Giomar se valió de una vieja relación con Oriana para sacarla esa noche de la casa y montarle una trampa, para robar los dólares que él sabía que estaban en la vivienda.
Ellos habían sido novios por cuatro años, y tenían un año de haber terminado la relación. El 23 de febrero contactó a la joven con la excusa de que se iría del país, porque sufría de cáncer, y quería despedirse de ella. Oriana aceptó encontrarse con él, sin decirle nada a su madre, porque sabía que Giomar no era bien visto en la casa.
Poco después de salir, el hombre de 22 años aparcó el carro con la excusa de orinar, en ese momento, supuestamente, fue sorprendido por varios sujetos que viajaban en otro vehículo. Obligaron a la pareja a regresar a la residencia y una vez en el edificio Sorocaima, de San Bernardino, sometieron a Joaquina, justamente es la mamá de Oriana quien se percata del papel real que juega Giomar en la acción, y lo increpa, preguntándole: “¿Por qué nos haces esto?”. Esta frase dictó su sentencia.
Mientras que Oriana era estudiante de diseño gráfico en la Universidad Santa María, Giomar ya tenía prontuario policial, por robo de vehículo, privación ilegítima de libertad, resistencia a la autoridad y una breve pasantía por Uribana. Aparentemente, un tecnicismo hizo que saliera en libertad solo tres meses después de su detención, a pesar de haber sido en flagrancia. Para ese entonces ya los dos jóvenes no eran pareja. De su estadía por la cárcel larense obtuvo los contactos para actuar en Caracas, en contra de su exnovia.
Hoy sigue huyendo, mientras Monasterios disfraza su infierno con la rutina, clamando de vez en vez por el cierre de este capítulo en su vida. “Esto es una pesadilla diaria que vivo, porque oigo la voz de mi hija pidiendo auxilio. Cada vez que me tocan el tema se me pone el corazón chiquitico, pero yo sé que esto va para largo, porque es mucho papeleo y trámites. Yo solo quiero que agarren a ese muchacho tan malo, para ver si yo puedo dormir”, dijo Santiko a un medio nacional al cumplirse el primer aniversario del doble crimen. Seis años después siguen los mismos culpables libres y las pesadillas presentes.