Para festejar la fecha, la Alcaldía organizó una fiesta que rescata la atmósfera cultural de generaciones pasadas, con un espectáculo gratuito que incluye al cantante Roberto Menescal, uno de los padres de la bossa nova, un género musical tan brasileño como universal y nacido en Copacabana.
El concierto también cuenta con la actuación de Martinho da Vila, todo un icono de la samba, y de su hija, la cantante Martinalia, entre otros artistas que prometieron un recorrido por melodías nacidas en el seno del barrio o dedicadas a su ambiente polifacético.
Copacabana, incrustado entre cerros y el mar, y situado a las puertas de la Bahía de Guanabara, cuenta con una de las playas más conocidas en todo el mundo.
En sus arenas se celebró en 2006 el multitudinario concierto de los Rolling Stones que atrajo a cerca de un millón de asistentes y en esta misma extensión de poco más de tres kilómetros de playa se conmemora cada 31 de diciembre una de las fiestas de fin de año más conocidas del mundo, el famoso Reveillon, que reunió en sus últimas ediciones a cerca de dos millones de personas.
La “Princesinha do Mar”, que así es como los brasileños llaman cariñosamente a esta playa, cumple 120 años de historia desde que el 6 de julio de 1892 fue inaugurado el “Túnel Viejo” entre Copacabana y Botafogo, que comenzó a integrar el barrio con el resto de la ciudad.
Desde entonces el barrio fue ganando calles y casas, factor que se acentuó con la inauguración de la Avenida Atlántica, su frecuentado paseo marítimo.
En 1923 se inauguró el lujoso hotel Copacabana Palace de fachada blanca y estilo neoclásico frente a la turística playa, que entonces no pasaba de una estrecha franja de arena y rocas.
En este mismo espacio carioca, al final de la década de los 50, los maestros Tom Jobim, Joao Gilberto, Carlos Lyra, Sérgio Mendes y muchos otros fundaron la bossa nova, ritmo adaptado de la samba, en reuniones musicales de madrugadas eternas en un apartamento de la avenida que recorre la playa.
La diversidad de esta zona noble de Río de Janeiro sigue siendo un atractivo para turistas de todo el globo que se alojan en sus lujosos hoteles y se refugian entre aguas de coco, cerveza y “caipirinhas” en los kioscos del paseo aledaño a la fina y blanca arena.
El sonido de las olas o de los jugadores de fútbol, voleibol playa y “futboley”, estilos que los cariocas practican con fervor, se mezcla con los gritos de los vendedores de cervezas, refrescos, bollos y artesanía tan arraigados a esta mítica playa.
Después de un periodo en que las favelas cercanas al barrio experimentaban a menudo tiroteos entre narcotraficantes y policía, la instalación de puestos policiales permanentes en las barriadas a partir de 2009 permitió la expulsión de los grandes grupos delictivos de la zona, y trajo una paz y una tranquilidad casi olvidada.
El ambiente más bohemio de otros tiempos, en los que la prostitución, las salas de fiesta y la multitud de bares permanecían abiertos casi día y noche, ha dado paso a un lugar más residencial, plagado de restaurantes y de ocio saludable y que concentra la mayor población de ancianos de la ciudad.
Un carril bici permanente, instalaciones deportivas de todo tipo, los bañistas tostados al sol y los tranquilos paseantes de la Avenida Atlántica, decorada por el famoso diseño de piedras portuguesas, es el paisaje del Copacabana actual.
La ciudad también aprovecha la ocasión para festejar su inclusión en la lista del Patrimonio Mundial de la Unesco que fue anunciado el pasado domingo. EFE