El tiempo de empezar a tomar decisiones por uno mismo
Muchos adolescentes fueron orientados por sus padres en la elección de la modalidad de escuela secundaria que cursaron pero, al finalizar ésta, reconocen que depende de su libre albedrío el futuro estudiantil que les espera.
Pueden escuchar consejos, y aun más, deben hacerlo. Como también padres y allegados deben guiarlos. Asimismo, la escuela debería introducirlos en el cada vez más amplio abanicos de posibilidades que brinda la educación sistematizada en la actualidad.
El balance perfecto entre lo que quiero y lo que puedo
Ya se trate de una carrera universitaria de las llamadas tradicionales, como la Medicina o el Derecho, de estudios terciarios o de tecnicaturas que les permitan profesionalizarse en una actividad, las ofertas que se ofrecen deben ser detenidamente analizadas.
En primera instancia, el estudiante debe decidir cuál o cuáles son las profesiones que le gustaría ejercer. En segundo lugar, conocer los planes de estudio, materias, características de los cursos, duración y posibilidades materiales de cumplir con las exigencias. Por ejemplo, la distancia con respecto al centro educativo o la superposición horaria entre trabajo y asistencia a las clases, en el caso en que el joven se vea obligado a trabajar.
Una vez comparadas las currículas de las carreras que le despiertan interés, es conveniente que reflexione acerca de sus fortalezas y debilidades con relación a las materias que tiene cada una de ellas. O sea, al joven le interesa la Física nuclear pero , a lo largo de su escuela secundaria, la matemática le significó una tortura.
Por lo tanto, es imprescindible tener en cuenta nuestros gustos, pero también nuestras habilidades, para evitar la frustración.
El mercado laboral
Cuando el estudiante haya logrado optar por una carrera determinada, urge que se haga otro cuestionamiento: ¿cuáles son las oportunidades laborales que hoy por hoy me ofrece esta profesión? No sea cosa que, luego de años de estudio y sacrificios, compruebe que sus posibilidades de trabajo son exiguas o remuneradas muy por debajo del esfuerzo que significó obtener la diplomatura. Con lo cual, la sensación de fracaso sería absolutamente entendible.
Para adelantarse a esta circunstancia, es apropiado que se investigue acerca de la demanda, en el mercado laboral, de los profesionales de la actividad elegida. Si las propuestas que el mundo del trabajo ofrece no son satisfactorias, lo más recomendable es orientarse hacia una carrera que tenga un tronco común con la seleccionada en un principio. De ese modo, se transitaría por un camino lateral, pero no opuesto, a la primera elección.
¿Una profesión de por vida?
Resueltos estos intríngulis, que no es poco, se impone una pregunta para despejar el horizonte del futuro: ¿cómo se ve el joven, dentro de unos años, en el ejercicio de la profesión? O sea, que el potencial estudiante se imagine trabajando en aquello que eligió y para lo que se preparó arduamente.
Si le resulta difícil percibirse a sí mismo en el tiempo, debe echar mano de las experiencias de aquellos que llevan años en el oficio.
Y como último punto, pero el más importante, elegir con la mente y con el corazón, porque en todo proyecto de vida, el trabajo ocupa un lugar fundamental y la vocación no se mercantiliza.