Cuando Kelly Jackson-Nash se mudó a Singapur desde Melbourne, Australia, por el trabajo de su marido, esperaba encontrarse con desafíos. ¿Choque cultural? Tal vez. ¿Soledad? Puede ser. Lo que no se esperaba eran las mordidas.
Afectada por el profundo cambio, a la hija de Kelly, de cuatro años, le empezaron a dar pataletas e incluso empezó a morder a otros niños. Su otra hija, de ocho años, seguía volviendo a casa con lágrimas en los ojos ocho meses después de la mudanza.
Kelly también experimentó dificultades a la hora de ajustar su vida y la de su familia durante aquél primer año.
El obstáculo más complicado fue «lidiar con las emociones de mi hijas, cuando a mí me estaba pasando exactamente lo mismo», afirma esta australiana de 42 años.
Cuatro años después, ella y su familia todavía se están adaptando a su nueva vida.
Singapur tiene una comunidad grande de inmigrantes, pero muchas familias permanecen en el país tan solo dos o tres años.
Aunque las hijas de Kelly se hicieron buenas «haciendo nuevos amigos continuamente», las constantes despedidas son algo difícil de llevar.
«No importa de dónde vengas, tienes que lidiar con un cambio de chip para toda la familia», dice Karen McCann, autora de un libro sobre expatriados y con base en Sevilla, España.
El primer paso
Un traslado puede tardar seis meses en planearse, pero afrontar la mudanza antes de partir puede ayudar a establecersecon más facilidad, explica McCann.
Antes de la partida es buena idea visitar colegios para los niños y hacer contacto con otros inmigrantes vía correo electrónico, dice McCann.
A la hora de elegir colegio, es importante establecer si tus hijos se beneficiarán de estar en una escuela internacional que enseñe en la lengua de la familia, o si se adaptarán más fácilmente a un colegio local que de clases en el idioma del país.
Uno de los primeros errores que cometen los padres es el de no dejar que sus hijos se despidan de su vida anterior, algo especialmente importante en niños de más de 9 años.
«Hay que pensar cómo se va a decir adiós», dice Ruth Van Reken, autora de un libro sobre hijos de expatriados.
Van Reken sugiere mantener el contacto con los viejos amigos a través de las redes sociales y organizar fiestas de despedida para celebrar el cambio de ciclo.
Ajustarse a la escuela
Los chicos menores de siete años generalmente lo tienen más fácil a la hora de formar nuevas amistades y tienen una mayor habilidad para aprender idiomas que niños mayores, asegura Kate Berger, una psicóloga basada en Amsterdam especializada en tratar a hijos de inmigrantes.
Aquellos con edades comprendidas entre los siete y los nueve pueden sentirse aislados ya que están «haciendo un duelo por el país que dejan» y echan de menos a amigos, familia y el idioma.
Chicos de entre nueve y 12 años pueden beneficiarse de ir a escuelas que al menos parcialmente enseñen en el idioma que dejaron, y de integrarse en la comunidad de expatriados.
Para chicos mayores de 13 años será necesario un apoyo especial para ayudar a que se integren en la comunidad local.
Christopher Bryan Jones, fundador de la revista Metropolis, sobre inmigrantes en Japón, afirma que incluso ayudar a los chicos con su tarea puede suponer desafíos especiales.
«Nunca pensé cómo la cultura y el idioma podrían afectar tanto a mi habilidad para ayudarle a hacer los deberes», dice.
Haciendo que funcione
A medida que los niños se ajustan a una nueva cultura es tarea de los padres pensar cómo mantener el contacto con las raíces, dice Jones, estadounidense que se mudó justo antes de que nacieran su dos hijos, de ahora 15 y 10 años.
En casa Jones les da hamburguesas, les habla en inglés y les pone películas estadounidenses.
También usa Amazon para conseguir libros en inglés.
Aun así, los niños acaban viendo a la cultura que dejaron de una forma distinta a la de sus padres.
«Básicamente acaban perteneciendo a las dos culturas», afirma Jones.
Tomar contacto con grupos de expatriados en Facebook también puede ser una fuente de opciones interesantes para encontrar actividades para los hijos.
A menudo estar en contacto con una comunidad de padres que deben pasar por una situación parecida suele ayudar, afirma Kelly Jackson-Nash.
Cuando otros le piden ayuda, Kelly afirma que pasar la marca del primer año en el extranjero es motivo para celebrar.
En este punto establecerse ya no es un problema, y la familia ya tiene rutinas para cosas como hacer la compra o actividades de fin de semana.
El primer año puede ser a la vez «maravilloso y extraordinariamente difícil», concluye Kelly.
fuente.bbcmundo