Es difícil escribir humor en un país en donde los comunistas acabaron con el pan. Ellos siempre acaban con el pan. Así pasó en la Unión Soviética y en los países que han tenido la mala suerte de caer en las garras de tan nefastos gobernantes.
El pan es a la humanidad algo más que un alimento. Es un hecho místico y religioso. Tanto, que Jesús dice que el pan es su cuerpo.
En este momento oscuro debemos recordar lo que significa preparar y comer un pedazo de Dios convertido en miga y crujiente concha.
A comienzos del siglo XX, mis tíos abuelos, canarios y panaderos, trabajaban en la panadería de Solís en Caracas. Allí, cerca de 1910, se preparó el primer pan de jamón de Venezuela.
Llevo el oficio de panadero en la sangre. Me encanta trabajar la harina que, al juntarla con la levadura, se convierte en un ser que crece. Es algo que está vivo.
Estos comunistas, destructores e irresponsables, no están contentos de acabar con todo: jabón, aceite, azúcar, huevos, harina, papel tualé, toallas sanitarias, medicinas, cemento, cauchos, repuestos… Además, son responsables del abandono de hospitales, de la vergüenza por nuestros aeropuertos, de las escuelas cayéndose, de la delincuencia desatada, de la agricultura inexistente, de canales nacionales e internacionales de televisión cerrados, de la clausura de decenas de emisoras de radio, de periódicos silenciados por falta de tinta y papel, de las autopistas con luces encendidas de día y apagadas de noche, de que Cantv, Sidor y Venalum sean una calamidad, de la toma de la Universidad de los Andes por malandros comunistas y de que sus profesores estén dictando clases en las calles.
Venezuela está de duelo. Hoy, estos comunistas dementes enfilan su poder de destrucción en contra de un gremio noble y trabajador: el de los panaderos.
Muchas panaderías de Venezuela fueron fundadas por emigrantes portugueses, españoles e italianos, quienes llegaron a nuestro país huyendo de la guerra y de dictaduras de derecha en Europa. Fueron y son trabajadores nobles que entregaron lo mejor de su arte para que Venezuela tuviera el mejor pan del mundo. En sus manos, nuestro pan fue orgullo nacional.
Hoy, estos bichos malos pretenden que sin harina, aceite, azúcar ni levadura los panaderos fabriquen pan. Amenazan con cerrar y robarse las panaderías para anexarlas a la destrucción nacional.
Apoyemos a nuestros panaderos que siempre nos hicieron tan felices.
¿Hasta cuándo, calladitos, nos calamos esto?
Publicado en El Nacional