A finales de enero de este año las imágenes de la matanza de centenares de delfines atrapados en una bahía de la isla japonesa de Honshu desataron una polémica a nivel internacional. No obstante, pocos saben que cada año en un pequeño archipiélago en el Atlántico Norte se lleva a cabo el festival sangriento llamado ‘Grindadráp’, en el que matan de la manera más brutal y cruel a cerca de mil calderones o ballenas piloto y delfines.
El espectáculo de muerte arranca en alta mar, donde los participantes buscan ballenas y delfines y luego los conducen mediante barcos y motos a la costa, donde los animales aterrorizados llegan a una bahía. Una vez allí son arrastrados a las aguas poco profundas, siendo agarrados con un gancho por el oficio nasal. Luego les cortan la cabeza, por lo que los animales mueren en agonía desangrados, tiñendo las aguas de la bahía de rojo intenso. Los participantes de la tradicional barbarie no hacen excepciones y exterminan familias completas: ballenas embarazadas, madres y sus crías, ninguna se salva de una muerte terrible y angustiosa.
La caza de ballenas y delfines en las Islas Feroe, situadas entre el mar de Noruega y el océano Atlántico Norte, se ha llevado a cabo durante siglos. En tiempos lejanos la carne y la grasa de estos animales proporcionaba una valiosa fuente de proteína animal en la dieta de los habitantes de las islas y el aceite de ballena se convirtió en un producto de exportación importante, además de ser utilizados para la cocina y la iluminación. Incluso los despojos y el esqueleto se utilizaban para la alimentación animal y fertilizantes. Sin embargo, la caza ya no proporciona proteínas esenciales para los isleños, que disfrutan de un alto nivel de vida derivado de las exportaciones pesqueras a Europa y EE.UU.
Los argumentos no importan a isleños que siguen la tradición por diversión, explicando que forma parte de sus raíces. Algunos de ellos sostienen que para iniciar la vida adulta, un muchacho debe matar a un delfín o una ballena.
Desde el año 1985 la ONG Sea Shepherd para la conservación de la fauna marina, cuya misión es acabar con la destrucción del hábitat y la matanza de la fauna en los océanos del mundo, ha liderado campañas para oponerse a la masacre en las Islas Feroe. Miles de personas han firmado peticiones, sin embargo, son ignoradas por el Gobierno de Dinamarca.
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